AFRICA - Frente a este “tsunami alimenticio” que amenaza al mundo, no bastan las “limosnas” sino que es necesario un proyecto mundial para hacer despegar la agricultura moderna en África y en otras zonas desfavorecidas

martes, 15 abril 2008

Roma (Agencia Fides) - Es la alarma reconocida por las máximas instituciones económicas internacionales: el mundo está frente a una grave crisis alimenticia que amenaza con destruir los progresos realizados por los países más pobres en las últimas décadas. “Los precios del arroz han subido globalmente en un 75% en tan sólo dos meses, los del grano en el último año hasta un 120%. Esto significa, por ejemplo, que el costo de una tajada de pan ha subido a más del doble, y que en Yemen una familia media gasta más de un cuarto de sus entradas exclusivamente en pan”, afirmó el Presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick. “Cientos de miles de personas morirán de hambre. Se perfila un verdadero shock alimenticio mundial, menos visible que el petrolífero, pero con el efecto potencial de un tsunami económico y humanitario en África”, opinó por su parte Dominique Strauss-Kahn, Director General del Fondo Monetario General. A su voz se unen las de diversos Ministros y expertos del mundo económico occidental, quienes consideran este tema una verdadera prioridad mundial.
En 37 Estados en todo el mundo, desde Haití hasta México (con la revuelta de la “tortilla”), y desde Senegal hasta Egipto, en los últimos meses continúan surgiendo revueltas por la fuerte alza de los precios de los alimentos, que afectan sobretodo a los segmentos más pobres de los países con una economía frágil. Se ponen ahora en tela de juicio los llamados biocombustibles, que quitan terrenos y cultivos destinados a la alimentación humana para permitir que los vehículos de los países más industrializados continúen circulando a pensar del alto precio del petróleo y del efecto sierra (por lo demás, no todos los biocombustibles son inmunes de contribuir al aumento del anhídrido de carbono en la atmósfera). Una situación escandalosa si se piensa que los europeos dedican el 15% del propio rédito a la alimentación, contra un 75% de los nigerianos.
Frente a esta situación aumentan las críticas de quienes piden una revisión de las políticas energéticas que ponen en riesgo la supervivencia de las poblaciones menos favorecidas del planeta. Pero no sólo son los biocombustibles los que generan el alza del costo de los alimentos básicos. También el alza del precio del petróleo contribuye a elevar los precios de los productos agrícolas, tanto en la fase de producción como en la de transporte. A esto se agregan los cambios en la alimentación de diversos países, en particular los asiáticos, cuya floreciente economía permite acrecentar el consumo de carne. Mayor consumo de carne significa mas ganado y, por lo tanto, aumento de la superficie agrícola dedicada al pasto o a la producción de alimento para los animales, contribuyendo así a reducir la producción de cereales para consumo humano. A estos factores se añaden la rápida urbanización que ido reduciendo la superficie cultivable, los desastres naturales que han retrazado o destruido las cosechas de varios países exportadores de arroz y otros cereales, y la especulación en los mercados internacionales y locales.
Ante esto, ¿qué hacer? El Banco Mundial ha invocado un “New Deal” alimenticio. Los países donantes tienen que dotar rápidamente de 325 millones de euros al Programa Alimenticio Mundial. Los Estados Unidos han anunciado un plan de ayuda de emergencia de 200 millones de dólares. En África se están levantando voces que ven en la crisis actual una oportunidad para hacer despegar la agricultura local. El Ministro de Finanzas sudafricano, Trevor Manuel, invitó a sus conciudadanos a volver a cultivar los campos para poder hacer frente a la crisis alimenticia. Pero se hace necesaria la ayuda para lograr que la mayor parte de los países africanos conquisten una verdadera independencia de alimentos. No a las “limosnas”, por consiguiente, e inversión en infraestructura, pozos, diques y vías de acceso, en la educación de la población rural, así como en la constitución de una industria alimenticia local para la transformación de los productos agrícolas africanos. Y los países económicamente más fuertes tienen que abrir sus mercados a los productores africanos para permitir el despegue de una verdadera agricultura moderna y no sólo de subsistencia. (L.M.) (Agencia Fides 15/4/2008; líneas 49, palabras 704).


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