ASIA/MONGOLIA - “El anuncio de Cristo volvió a Mongolia hace 15 años, pero el Señor ha siempre estado junto al pueblo mongol, que hoy acoge el Evangelio con fe y esperanza” Entrevista a S. Exc. Mons. Wenceslao Padilla, Prefecto Apostólico de Ulaanbaatar

miércoles, 9 abril 2008

Ulaanbaatar (Agencia Fides) - En más de 15 años de presencia activa y dinámica, la pequeña comunidad católica en Mongolia ha caminado bastante. Con el simple anuncio del Evangelio, del amor de Dios, realizado sobre todo con el testimonio de vida y la ayuda a los hermanos, las conversiones y los bautismos de jóvenes y adultos siguen con ritmo creciente. En el 2008 alrededor de 100 nuevos bautizados se han unido a la comunidad cristiana mongol que, incluyendo los nuevos bautismos previstos para mayo, llegará a un número total de 547 fieles. Un resultado alentador para los primeros misioneros que, hace 15 años, iniciaron la aventura de reevangelización de Mongolia. Entre ellos estaba el P. Wenceslao Padilla CICM (Congregación del Corazón Inmaculado de María), misionero filipino que ha guiado a los inicios la missio sui iuris (en 1992), y ha sido luego nombrado por la Santa Sede Vicario Apostólico (en el 2002) y finalmente Prefecto Apostólico de Ulaanbaatar (en el 2003). A él la Agencia Fides ha dirigido algunas preguntas sobre la situación y las perspectivas de la Iglesia en Mongolia.

¿Mons. Padilla, cuáles son las raíces del cristianismo en Mongolia?
Los primeros contactos entre la fe cristiana y Mongolia se remontan al siglo VII, cuando se dieron encuentros esporádicos de algunos misioneros; en los siglos XII y XIV otros misioneros, como William Rubruck y el franciscano Giovanni da Pian del Carpine, viajaron al corazón de Asia pero sin poder evangelizar activamente. En Mongolia se sintieron también los influjos benéficos de la misión católica en China, llevada adelante por los grandes misioneros como Giovanni da Montecorvino y Matteo Ricci. Sin embargo, en el ‘900 el régimen comunista trató usando todo medio a su alcance para cancelar cualquier resto de religiosidad de la sociedad. El verdadero nacimiento de la Iglesia en Mongolia, por lo tanto, se puede ver desde hace 15 años: en 1992 después de la caída del Muro de Berlín y del régimen ateo comunista, la evangelización comenzó de nuevo desde el inicio, en cuanto el país no quedó absolutamente nada: ni estructuras, ni comunidades, ni mucho menos operadores pastorales.

¿Puede delinear una breve historia del nacimiento de la Iglesia en estos años?
Es hermoso decir “renacimiento”. En 1992, cuando llegamos tres misioneros, yo y dos hermanos del CICM, no pensamos en ningún momento “implantar la Iglesia” ex novo, pero creímos traer de nuevo a esta tierra el anuncio de Cristo, convencidos de que el Señor ha estado siempre cerca al pueblo mongol, que hoy acoge el Evangelio con fe y esperanza. Nos consideramos como “colaboradores del Altísimo”, estableciendo su Reino en medio del pueblo mongol. Dimos inicio a una missio sui iuris, con las primeras actividades: celebración de la Santa Misa, apertura de una estructura católica, el testimonio de las primeras tímidas obras sociales. Diez años después, en el 2002, cuando la comunidad creció, la missio sui iuris fue elevada a Vicariato Apostólico, finalmente a Prefectura Apostólica, con el reconocimiento de una autonomía y una vitalidad creciente, con parroquias, comunidades religiosas y fieles que forman una comunidad eclesial unida y floreciente. Hoy, a casi 16 años de nuestra llegada, podemos decir que “el Señor ha hecho grandes cosas” y ha mostrado su rostro en el país de Gengis Khan.

La nueva Constitución de Mongolia, de 1992, garantiza la libertad religiosa. ¿Podría decirnos cuáles son los pasos necesarios para reconstruir la presencia católica?
Para nosotros fue fundamental aquella parte de la Constitución que habla de “libertad de religión”. En los inicios esta expresión era interpretada en un sentido un poco restrictivo y sólo las grandes religiones ya presentes en Mongolia, como el Budismo y el Islam, eran vistas favorablemente. Sin embargo, poco a poco y gracias al establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Mongolia y la Santa Sede (en 1992), la comunidad católica fue ganando la estima y el aprecio de las autoridades y de este modo ha podido expandirse. Los misioneros iniciaron su trabajo con las personas del lugar, pero sin dejar de lado a los extranjeros de religión cristiana presentes en Mongolia (de ONG’s o de las Embajadas). Hemos ido invitando a las personas a las celebraciones litúrgicas y hemos puesto en marcha las primeras obras de carácter social. En la medida en que la gente nos ha ido conociendo y ha ido pidiendo información acerca de nuestra religión, hemos ido organizando grupos de catequesis, acogiendo así a los primeros catecúmenos. De esta manera la comunidad ha empezado a echar raíces y los primeros bautizados se han convertido a su vez en evangelizadores y catequistas.

¿Cuál ha sido la respuesta de la población?
El anuncio cristiano ha calado gradualmente en el corazón de los mongoles, que desde hace tiempo experimentan un gran hambre de Dios, de amor y de luz para sus vidas, de los cuales han estado privados desde hace mucho. Los misioneros por otra parte han empezado a involucrar a los jóvenes y a tratar de recuperar a los jóvenes y niños de la calle, haciendo cada vez más visible y concreta la obra de los católicos a los ojos de las personas. El p. Gilbert Sales se dirigió a los desagües de Ulaanbaatar con el objeto de recuperar a niños de la calle y es así que hemos abierto el “Verbist Caring Center” que acoge a más de 120 jóvenes. Hoy, trabaja con él un staff de cerca de 30 personas, sobretodo laicos y jóvenes mongoles. Además de ello, durante estos años han nacido otras actividades que están avanzando gracias a la dedicación de laicos y religiosos.

¿Podría darnos algunas cifras acerca de las dimensiones actuales de la comunidad eclesial en Mongolia?
Contamos con unos 20 sacerdotes y 2 hermanos, 40 religiosos, 4 misioneros laicos: en total son 66 misioneros de 18 países y de 9 diferentes congregaciones religiosas. Hacia el final del 2008, los bautizados serán 547, de los cuales 10 extranjeros. La comunidad católica se está haciendo presente sobre todo el territorio mongol, y no sólo en la capital: tenemos 4 parroquias y 5 iglesias no parroquiales o “centros misioneros” de la nación. La más reciente, surgida en el 2007, es la parroquia de María Auxilio de los Cristianos, en Darhan, la segunda ciudad mongol en cuanto a las dimensiones, con 80 mil habitantes.

¿En qué situación se encuentra en este momento el trabajo pastoral?
Observo que se avanza con mucho entusiasmo y dinamismo. En las parroquias se celebran Santas Misas, Liturgias, Sacramentos, encuentros de oración; realizamos encuentros de formación para catecúmenos, así como para adultos y jóvenes, y en relación a estos últimos ponemos una especial atención en lo que tiene que ver con la instrucción. La Prefectura Apostólica ha adoptado un Plan pastoral centrado en la Palabra de Dios y en la formación de pequeñas Comunidades Eclesiales de Base. El plan se articula en tres años pastorales: el primero se titula “El Pan de la Palabra” (2007-2008); el segundo “El Pan de la Eucaristía” (2008-2009); el tercero “El Pan de la Caridad” (2009-2010). Buscamos aumentar en cada fiel la conciencia del propio bautismo y de la misión propia.

¿Se cuenta con una Biblia en lengua mongol?
Utilizamos para la lectura y la catequesis una Biblia en lengua mongol editada por la “Christian Bible Society”, un grupo protestante. No existe todavía una Biblia en versión católica, pero estamos pensando en la posibilidad de iniciar dicho delicado y largo proyecto. La Palabra de Dios, ciertamente, llega a tocar el corazón de las personas, convierte y consuela. Los fieles aman la Sagrada Escritura.

¿Podría referirnos cómo celebraron la reciente fiesta de Pascua?
Para nosotros la Pascua han sido siempre una gran oportunidad para dar un testimonio de fe. Las parroquias celebraron los ritos de Semana Santa. Yo visité cada una de las parroquias con el fin de hacer sentir a todos los fieles la cercanía de su pastor. Hay que recordar de todos modos que los días de Semana Santa en Mongolia son días normales de trabajo, por lo que muchos no pudieron participar. Una hermosa noticia es que en dicha ocasión acogimos a 80 nuevos bautizados, a los cuales se agregarán otros 30 en el mes de mayo. Los brazos de la Iglesia están siempre abiertos para acoger a nuevos hijos.

¿Cuáles son sus deseos y sus esperanzas para la comunidad católica en Mongolia?
Veo que la comunidad está creciendo en número, pero también en el entusiasmo con que se organizan las diversas actividades pastorales. El espíritu de servicio, la dedicación y el empeño de los misioneros y de los colaboradores laicos es verdaderamente loable y allana el camino de la Iglesia. Esperamos ciertamente que los nuevos bautizados sean bien conscientes del valor de su llamado a la vida cristiana. Que Cristo, que resucitó de la muerte, cambie en luz la oscuridad en el corazón de cada fiel mongol, y puedan así estar siempre abiertos a la Esperanza. (PA) (Agencia Fides 9/4/2008; líneas 70, palabras 1483)


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