VATICANO - El Papa en la basílica de San Bartolomé para “una peregrinación a la memoria de los mártires del siglo XX”

martes, 8 abril 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “Pareciera que la violencia, los totalitarismos, la persecución, la ciega brutalidad, se muestran más fuertes, haciendo callar la voz de los testigos de la fe, que pueden humanamente parecer derrotados de la historia. Pero Jesús resucitado ilumina su testimonio y comprendemos así el sentido del martirio”. Es un pasaje de la homilía que el Santo Padre Benedicto XVI pronunció durante la Liturgia de la Palabra presidida por Él en la tarde del 7 de abril en la basílica de San Bartolomé en la Isla Tiberina, a donde fue con ocasión del 40º aniversario de la Comunidad de San Egidio. Como recordó el Pontífice, se ha tratado de “una peregrinación a la memoria de los mártires del siglo XX, innumerables hombres y mujeres, conocidos y no, que a lo largo del Novecientos, derramaron su sangre por el Señor”, recordados en esta iglesia que Juan Pablo II destinó a ser “lugar de la memoria de los mártires del 900” y que confió al cuidado de la comunidad de San Egidio.
“En este lugar, lleno de memorias - dijo el Papa en la homilía - nos preguntamos: ¿Por qué estos hermanos mártires no han buscado salvar a como de lugar el bien insustituible de la propia vida? ¿Por qué han continuado a servir a la Iglesia, no obstante las graves amenazas e intimidaciones? En esta basílica, donde son custodiadas las reliquias del apóstol Bartolomé y donde se veneran los restos de S. Adalberto, escuchamos resonar el elocuente testimonio de cuantos, no solamente a lo largo del 900, sino desde el inicio de la Iglesia, han ofrecido su vida en el martirio por Cristo”. Citando las palabras del Apocalipsis, el Santo Padre explicó que bajo el ejemplo de Cristo, que por amor derramó su sangre por nosotros, también los mártires “han derramado su sangre y se han purificado en el amor: en el amor de Cristo que los ha hecho capaces de sacrificarse a su vez por amor. Jesús ha dicho: ‘Nadie tiene mayor amor de aquel que da la vida por sus amigos’ (Jn 15, 13). Cada testimonio de la fe vive este amor ‘mayor’ y, bajo el ejemplo del divino Maestro, está listo a sacrificar la vida por el Reino”.
Los seis altares de la basílica recuerdan “a cristianos caídos por la violencia totalitaria del comunismo, del nazismo, asesinados en América, en Asia y Oceanía, en España y México, en África”, recordó también el Papa. “Tantos cayeron mientras realizaban la misión evangelizadora de la Iglesia: su sangre se ha mezclado con la de los cristianos autóctonos a los que había sido comunicada la fe. Otros, en condiciones de minorías, han sido asesinados por odio a la fe. No pocos se inmolaron para no abandonar a los necesitados, a los pobres, a los fieles a ellos confiados, sin temer amenazas ni peligros. Son Obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, fieles laicos. ¡Son tantos!”. Benedicto XVI recordó entonces las palabras del Siervo de Dios Juan Pablo II, que en la celebración ecuménica por los nuevos mártires, el 7 de mayo del 2000 en el Coliseo, dijo: “Estos hermanos y hermanas en la fe constituyen algo así como un gran fresco de la humanidad cristiana del siglo XX, un fresco de las Bienaventuranzas, vivido hasta el derramamiento de la sangre”.
“Pareciera - prosiguió Benedicto XVI - que la violencia, los totalitarismos, la persecución, la ciega brutalidad, se muestran más fuertes, haciendo callar la voz de los testigos de la fe, que pueden humanamente parecer derrotados de la historia. Pero Jesús resucitado ilumina su testimonio y comprendemos así el sentido del martirio. En la derrota, la humillación de cuantos sufren por el Evangelio, actúa una fuerza que el mundo no conoce… es la fuerza del amor, inerme y victorioso incluso en la aparente derrota. Es la fuerza que desafía y vence a la muerte”.
Concluyendo la homilía, el Santo Padre destacó que “también este siglo XXI se ha abierto con el signo del martirio. Cuando los cristianos son verdaderamente levadura, luz y sal de la tierra, son también ellos, como sucedió con Jesús, objeto de persecución; como Él son ‘signos de contradicción’. La convivencia fraterna, el amor, la fe, las opciones a favor de los más pequeños pobres, que marcan la existencia de la Comunidad cristiana, suscitan una aversión violenta. ¡Cuánto es útil entonces mirar el deslumbrante ejemplo de quien nos ha presidido con el signo de una fidelidad heroica hasta el martirio!”
Finalmente el Santo Padre exhortó a los miembros de la Comunidad de San Egidio a imitar el valor y la perseverancia en servir el Evangelio, especialmente entre los pobres, los héroes de la fe: “Sed constructores de paz y de reconciliación entre quienes son enemigos y combaten entre sí. Nutrid vuestra fe con la escucha y la meditación de la Palabra de Dios, con la oración cotidiana, con la activa participación en la Santa Misa. La auténtica amistad con Cristo será la fuente de vuestro amor. Sostenidos por su Espíritu, podréis contribuir en construir un mundo más fraterno”. (S.L.) (Agencia Fides 8/4/2008; líneas 56, palabras 793)


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