VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello — La urgencia de la ética, el silencio de la política

jueves, 3 abril 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En la más elemental de las distinciones morales, aquella que afirma la distinción entre actos del hombre y actos humanos, se afirma que sólo los actos humanos pueden ser considerados propiamente actos morales. Los actos humanos con aquellos en los que el sujeto agente utiliza las tres facultades fundamentales del yo: inteligencia, libertad y voluntad.
En el actuar humano consciente, la inteligencia “ve”, la libertad “escoge” y la voluntad “actúa”, es decir pone en acto lo que la inteligencia ha visto y la libertad a escogido. Evidentemente el hombre es más libre cuando la inteligencia tiene la capacidad para distinguir entre el bien y el mal, la libertad opta por el bien y la voluntad lo cumple.
Lamentablemente la sociedad contemporánea prácticamente se ha olvidado de estos elementos fundamentales del actuar humano, anteriores a cualquier pertenencia filosófica, religiosa o confesional. La época en la que vivimos podría definirse como la del “silencio de la ética” que, en definitiva, no es otra cosa que el ¡“silencio de la razón”! No es una casualidad que constantemente en el magisterio del Santo Padre Benedicto XVI se haga un llamado al uso de la razón, a una nueva época donde se “amplíe la razón”, no reduciéndola exclusivamente a su aplicación técnico-científica sino considerándola como lo que realmente es: ventana abierta a la totalidad de lo real.
Con el silencio de la razón y de la ética no se logra la “superación” de la cuestión moral sino que paradójicamente se hace más aguda y actual. Se percibe siempre con mayor evidencia que el “bienestar material” no es suficiente para el corazón del hombre, así como no le es suficiente una “pequeña felicidad”, necesariamente temporal e individualista.
Es por eso que la urgencia de la ética, más que un reproponer reglas moralizantes, es en realidad una verdadera y auténtica “urgencia educativa” o, como afirmó el Papa en su Carta a la Diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación, del 21 de enero de 2008: “se habla de una gran "emergencia educativa", confirmada por los fracasos en los que muy a menudo terminan nuestros esfuerzos por formar personas sólidas, capaces de colaborar con los demás y de dar un sentido a su vida. Así, resulta espontáneo culpar a las nuevas generaciones, como si los niños que nacen hoy fueran diferentes de los que nacían en el pasado. Además, se habla de una "ruptura entre las generaciones", que ciertamente existe y pesa, pero es más bien el efecto y no la causa de la falta de transmisión de certezas y valores”.
Es urgente la necesidad de que toda la sociedad vuelva a educar, con la dramática conciencia del hecho de que un pueblo incapaz de educar a las nuevas generaciones, es un pueblo que no tiene futuro.
A la emergencia educativa, documentada también en la urgencia ética, le hace eco el ensordecedor silencio de la política. Es una política ciega la que no puede ver, precisamente en la educación y en la liberad de educación, así como en la familia y en la vida, temas absolutamente centrales del debate social. ¡No es suficiente el panem et circenses de imperial memoria! Es necesario que la sociedad civil y con ella toda la política descubra la “dirección” en la que tiene que caminar y tenga el valor para indicarla con explícita franqueza.
En el crepúsculo inevitable del “pensamiento débil”, falsa garantía de democracia, se puede ver la promesa de una nueva alborada de la razón y la libertad. Que se sepa intuir, acoger, vivir y indicar, con la audacia que caracteriza a los verdaderos profetas. También en política. (Agencia Fides 3/4/2008; líneas 44, palabras 633)


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