INTENCIÓN MISIONERA - “Para que, cada vez más, los futuros presbíteros de las iglesias jóvenes sean formados cultural y espiritualmente para evangelizar sus naciones y el mundo entero”. Comentario a la intención Misionera del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de abril de 2008.

jueves, 27 marzo 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Es una gran alegría comprobar la vitalidad de las Iglesias jóvenes. Su fecundidad nos llena de esperanza, sobre todo ante la escasez de vocaciones de las Iglesias de antigua tradición. Pertenece a la misma esencia del sacerdocio la vocación universal de cada presbítero. Como dice el decreto Presbiterorum ordinis: “El don espiritual que recibieron los presbíteros en la ordenación no los dispone sólo para una misión limitada y restringida, sino para una misión amplísima y universal de salvación "hasta los extremos de la tierra" (Act., 1,8), porque cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles. Porque el sacerdocio de Cristo, de cuya plenitud participan verdaderamente los presbíteros, se dirige por necesidad a todos los pueblos y a todos los tiempos, y no se coarta por límites de sangre, de nación o de edad, como ya se significa de manera misteriosa en la figura de Melquisedec” (PO, 10).
Y el Santo Padre Benedicto XVI, en su mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones que se celebra el día 13 de este mes, ha dicho: “La Iglesia es misionera en su conjunto y en cada uno de sus miembros. Si por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación cada cristiano está llamado a dar testimonio y a anunciar el Evangelio, la dimensión misionera está especial e íntimamente unida a la vocación sacerdotal”.
El corazón del sacerdote debe ser un corazón como el de Cristo, con un amor universal, que no conoce fronteras. Debe ser un amor que no se restringe a los hombres de una nación o raza, sino que siente dentro de sí la ternura de Jesús por cada hombre, por cada hermano.
La formación debe incluir una disponibilidad y apertura para ser enviado a aquellas zonas del mundo donde haya mayor necesidad. Estas actitudes no se improvisan. Deben ser cultivadas para crear en los candidatos al sacerdocio la certeza de ser sacerdotes para la Iglesia Universal. Cada ministro del Señor “debe llevar en su corazón la solicitud por todas las Iglesias” (PO, 10).
La labor de formación es esencial. A ella se deben dedicar los mejores recursos humanos, los más decididos esfuerzos para ofrecer a la Iglesia sacerdotes santos, con una adecuada formación humana, intelectual y pastoral. Sacerdotes que hayan comprendido que de su unión vital con Cristo depende toda la fecundidad de su ministerio: “Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí” (Jn 15, 4). Dice Benedicto XVI en el Mensaje ya mencionado: “Al hacerse una sola cosa con el Maestro, los discípulos ya no están solos para anunciar el Reino de los cielos, sino que el mismo Jesús es quien actúa en ellos… Precisamente porque el Señor los envía, los Doce son llamados «apóstoles», destinados a recorrer los caminos del mundo anunciando el Evangelio como testigos de la muerte y resurrección de Cristo”.
Desde los comienzos de la Iglesia, el fervor misionero de los Apóstoles hizo posible su extensión por los cinco continentes. Ese espíritu de universalidad, ese mandato del Señor: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15), debe ser acogido en cada generación, por cada bautizado, y especialmente, por cada sacerdote.
Dado el gran número de vocaciones con que Dios está bendiciendo las jóvenes Iglesias, recemos para que los presbíteros que han nacido de ellas, se sepan enviados por el mismo Señor a evangelizar el mundo entero. Pidamos para que “a través de sus sacerdotes, Jesús se siga haciendo presente entre los hombres de hoy hasta los confines últimos de la tierra”, pidamos para que, como en los comienzos, “reunida en torno a la Virgen María, Reina de los Apóstoles, la comunidad eclesial aprenda de Ella a pedir al Señor que florezcan nuevos apóstoles que sepan vivir la fe y el amor necesarios para la misión” (cf. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de oración por las vocaciones). (Agencia Fides 27/3/2008 Líneas: 50 Palabras: 732)


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