Comentario de la intención misionera indicad por el Santo Padre Juan Pablo II para el mes de Diciembre 2003 a cargo de Su Em. el Cardenal Nicolás De Jesús López Rodríguez, Arzobispo de Santo Domingo. “Por la Iglesia de los países donde sigue en vigor un régimen totalitario, para que se le reconozca libertad plena en el desenvolvimiento de la misión espiritual que le es propia”.

viernes, 28 noviembre 2003

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Todos nosotros, hijos e hijas de la Iglesia nos identificamos de corazón con esta importantísima intención por su necesidad y actualidad.
Sabemos muy bien que la misma Iglesia experimentó desde sus orígenes persecuciones e intolerancias. Los primeros siglos fueron señalados por todo género de barbaridades y muertes violentas contra los cristianos.
Esa realidad nunca ha faltado a los creyentes en Jesucristo quien, por otra parte, ya había anunciado en su predicación que sus seguidores experimentarían el rechazo del mundo. Hoy, al igual que en otras épocas, no faltan esas dificultades a muchos hermanos y hermanas nuestros en diversas partes del mundo.
Una pregunta que podemos hacernos es ésta: ¿por qué se persigue a la Iglesia? La respuesta es fácil, porque la Iglesia contradice al mundo, a su forma de pensar, de vivir y a los criterios en que se inspira.
Los criterios que Jesús nos dejó en el Evangelio, fundamentalmente las Bienaventuranzas, contrastan de manera radical con lo que el mundo piensa.
Pero hay un tipo de persecución que es al que se refiere nuestra Intención Misional y es la que se ejerce desde el poder.
Antiguamente se quería obligar a los cristianos a adorar a los ídolos o dioses falsos, incluyendo a los mismos representantes del poder civil, considerados entonces como divinidades. Es obvio que los cristianos jamás podrían plegarse a semejante despropósito y preferían la muerte a traicionar su fe.
No han faltado en la historia otros motivos de persecución, como la que procede de regímenes totalitarios, sean de derecha o de izquierda. Aunque se diferencian en las motivaciones, sus métodos son igualmente perversos e injustos.
Lo mismo ha sucedido con las ideologías, los sistemas y corrientes de pensamiento filosófico, que se han intoxicado con sus propios engendros y han declarado una guerra atroz contra los que no comparten sus ideas, siendo la Iglesia su primera víctima.
Y esto por nos referimos a las graves crisis provocadas por las herejías y los cismas tan dolorosos en estos veinte siglos. También como consecuencia de estas tristes realidades muchos hijos e hijas de la Iglesia han tenido que sufrir terriblemente.
A todas las víctimas de la historia, el Santo Padre las quiso recordar y honrar con ocasión del Gran Jubileo del Año 2000 y dispuso algo más, que se actualizara el Martirologio, incluyendo los admirables testigos de la fe en el siglo XX. A todos ellos los veneramos como nuestros héroes y heroínas a quienes el Señor concedió la gracia, igual que los primeros cristianos, de confesar esa fe hasta derramar su sangre.
Dije al comenzar que todos nos sentimos identificados con la Intención misional que estamos comentando, precisamente por su actualidad y porque se necesita orar por los perseguidos a causa de la fe.
Es una vergüenza para la humanidad, que hace algo más de cincuenta años reconoció, a través de la Carta de los Derechos del Hombre, la dignidad de toda persona sin importar su sexo, religión, condición social, etc., tener que constatar que todavía hay regímenes ridículos, que están en la prehistoria de la realidad social y jurídica del mundo, cometiendo todo tipo de atropellos, vejaciones, abusos, y crímenes contra personas indefensas por el solo hecho de ser creyentes.
Por eso, me ha llamado mucho la atención que el Santo Padre, en su lúcido y fecundo Magisterio, ha proclamado tan valiente y reiteradamente esos derechos de los seres humanos, especialmente el derecho a la vida y a la libertad religiosa, primeras realidades jurídicas de las que debe disfrutar cualquier persona humana.
No nos extraña pues, que nuestros hermanos y hermanas sean perseguidos hoy también, porque los hijos de las tinieblas tienen terror a la verdad y a la libertad. Sus macabros propósitos sólo se llevan a cabo a base de mentira y de opresión.
Por eso mismo pedimos en este mes para que a la Iglesia, bajo esos primitivos y desfasados regímenes totalitarios, se le reconozca libertad plena para realizar su misión espiritual.
Hoy más que nunca se necesita esa libertad cuando asoman peligrosos señales de la más absurda intolerancia, inclusive religiosa.
Confiamos, pues, la suerte de la Iglesia a su Fundador y Esposo, Jesucristo, el Hijo de Dios y único Salvador del mundo, que prometió estaría con Ella hasta el fin del mundo.
No puede faltar una súplica filial y confiada a María, Madre espiritual de la misma Iglesia, que la ha acompañado desde la primera comunidad apostólica hasta hoy. (Cardenal Nicolás De Jesús López Rodríguez) (Agencia Fides 28/11/2003 Líneas: 64 Palabras: 807)


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