VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA de don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - "Jesús no era Espartaco” (Spe salvi 4)

jueves, 10 enero 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En la segunda Encíclica del Santo Padre Benedicto XVI, "Spe salvi", están presentes, en varios pasajes, juicios sintéticos y eficaces, que facilitan la comprensión del lector. También los que tienen menos familiaridad con las disciplinas teológicas, pueden sacar, de estos breves pasajes sintéticos, la clave de lectura de todo el documento y también localizar una brújula de clara orientación para la valoración de otros ámbitos y situaciones.
Uno de estos pasajes se encuentra en el número 4 de la Encíclica, dónde se lee: " El cristianismo no traía un mensaje socio-revolucionario como el de Espartaco que, con luchas cruentas, fracasó. Jesús no era Espartaco, no era un combatiente por una liberación política como Barrabás o Bar-Kokebá. Lo que Jesús había traído, habiendo muerto Él mismo en la cruz, era algo totalmente diverso: el encuentro con el Señor de todos los señores, el encuentro con el Dios vivo y, así, el encuentro con una esperanza más fuerte que los sufrimientos de la esclavitud, y que por ello transforma desde dentro la vida y el mundo" (Cf Spe salvi 4).
Jesús no era Espartaco. Un juicio cuánto más sintético, obvio, podrían pensar algunos, pero tanto más necesario, en una época en que parecen reflorecer, en tantas partes y de modo casi orquestado, "lecturas restrictivas" de Jesús de Nazaret: desde quien quisiera negar su auténtica historicidad, hasta quien se ejercita hábilmente en inventar, historias infundadas, a quién, aún ateniéndose a la historia y a la "carta" de la fe en Jesús Cristo, evidencia de modo tan unilateral una específica dimensión, que lleva a perder la esencia de Su persona y Su mensaje.
"Jesús no era Espartaco” significa que el Verbo hecho carne, en el tiempo y en la historia de los hombres, no ha venido a traer una revolución política hecha de 'luchas y justicia social', como afirma el Papa: Jesús "no era un combatiente por una liberación política". Si hubiera traído una tal liberación, hubiera dado demasiado poco a los hombres. Como afirmaba continuamente la Beata Teresa de Calcuta, ‘Quién no da a Dios da muy poco’.
Jesús ha dado a los hombres una Esperanza totalizadora, mucho más grande y radical de la solución de las cuestiones político-sociales. Jesús no era Espartaco. Jesús ha donado al mundo el encuentro con el mismo Dios, hecho hombre, muerto y resucitado para la salvación total, plena y definitiva de los hombres.
Resuenan, en este importante juicio del Santo Padre, las páginas del libro de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI "Jesús de Nazaret", cuando el autor, preguntándose qué es lo que ha traído de nuevo Jesús al mundo, contesta con inmediato candor: "Jesús nos ha donado a Dios".
La Iglesia, en su sabiduría sobrenatural, iluminada por el Espíritu, no ha cedido nunca, en los siglos, a las diversas tentativas de reducir el alcance del Cristianismo, favoreciendo las sugestiones de los tiempos y las culturas dominantes. Por el contrario, manteniéndose fiel a la propia identidad ha podido y sabido, progresivamente, fecundar todas las culturas encontradas, valorizando cuánto en ellas era positivo, razonable y conforme a la revelación y, al mismo tiempo, invitando constantemente a purificar los aspectos demasiado marcados por las limitaciones y el pecado de los hombres.
Por tanto, Jesús es mucho más que Espertaco. Y el Papa lo recuerda con gran claridad. El Cristianismo, fiel a Su Señor, Jesucristo, es la permanencia en el tiempo de la misma "pretensión" de Jesús: ser la presencia de Dios en el mundo y, por tanto, la presencia de una Esperanza definitiva. (Agencia Fides 10/1/2008; Líneas: 44 Palabras: 608)


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