VATICANO - La naturaleza misionera de la Iglesia en el designio salvífico de Dios - del P. Adriano Garuti y Lara De Angelis

martes, 30 octubre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Hoy como hace un tiempo, la misión requiere coraje. Hablar de ello es muy fácil. Vivirla exige ya mucho más. Estar presente en el mundo tal como es, hechizado por el espejismo del dinero y del poder, atravesado por la violencia, estar allí dentro con la fuerza del Evangelio exige una gran dosis de valentía. El concepto de misión es uno de los que ha sufrido un cambio de sentido en estos últimos tiempos. En el pasado, sobre todo a partir de la época de los grandes descubrimientos geográficos, indicaba sencillamente la actividad de la Iglesia entre los pueblos todavía no evangelizados. La renovación teológica, que comenzó al inicio del siglo pasado, ha producido una interpretación distinta del tema. Esta nueva visión ha permitido una reforma eclesiológica del concepto. En efecto, la misión ha sido vista cómo elemento de auto identificación. La Iglesia ha comprendido que no es ella misma si no es misionera. Si por una parte la Iglesia ha comprendido que es misionera por naturaleza, por otra, el concepto de misión no está ya circunscrito al mundo todavía no evangelizado, sino que asume un carácter pastoral respecto a los fieles que ya creen en Cristo, para alimentar y hacer cada vez más madura, en ellos, la fe y desarrollar la vida divina hasta llevarlos a la perfecta unión con el Señor.
La Iglesia peregrina es, pues, misionera por su naturaleza, "puesto que procede de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre" (AG 2; cfr LG 2-4). Mas que nuestra, la misión es obra de Dios. Antes que ser tarea por realizar, es amor que se debe acoger. La Iglesia no existe por si y para si misma, sino que es una prolongación en el tiempo y en el espacio de la presencia de Cristo y de su misión.
Ella está llamada por su naturaleza a salir de si misma en un movimiento hacia el mundo para ser signo, instrumento, presencia del amor y de la salvación de Dios. La misión está en el corazón mismo de la Iglesia y la invade completamente, es su misma razón de ser, es un reflejo del amor de Cristo y tiene la tarea de irradiar esta misma luz sobre todos los hombres.
La Iglesia, por tanto, está llamada a continuar la obra de Dios, éste es su fundamento, Sacramento de la presencia de Dios para los hombres, ella está llamada a anunciar a Jesucristo como alegre mensaje para el mundo, como luz y esperanza en medio de los interrogantes que el mundo se plantea, como sentido nuevo que ofrece una llave de búsqueda. La misión no se casa con el miedo, exige salir, ponerse en camino y responder a una llamada que viene de fuera. (1 - continua) (Agencia Fides 30/10/2007; Líneas: 32 Palabras: 492)


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