VATICANO - Con la fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús, desde hace 80 años Patrona de las Misiones, inicia el mes misionero — S.E.R. Mons. Sarah presidió la Santa Misa en la Capilla de Propaganda Fide: “Evangelizar es llevar el Amor de Dios a los hombres”

lunes, 1 octubre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Con la fiesta litúrgica de la Patrona de las Misiones, Santa Teresa de Lisieux, el primero de octubre, inició el “Octubre Misionero” que culminará con la celebración de la Jornada Mundial Misionera el 21 de octubre, penúltimo domingo del mes. En algunas naciones la Jornada ha sido trasladada a otros domingos del mismo mes. El Mensaje que el Santo Padre Benedicto XVI ha enviado con motivo de la 81 Jornada Misionera Mundial lleva como título “Todas las Iglesias por todo el mundo”. El mes de octubre ha sido escogido como el mes misionero en recuerdo del descubrimiento del continente americano, que inició una nueva página en la historia de la evangelización.
Este año se celebra además una circunstancia particular: el 80 aniversario de la publicación del decreto que declaraba a Santa Teresa Patrona de las Misiones. El 14 de diciembre de 1927 la Congregación para los Ritos publicaba el decreto con el que, por decisión del Papa Pío XI, se declaraba “S. Teresita patrona especial de los misioneros, hombres y mujeres, de todo el mundo”. Se le daba este título “como se le había dado a S. Francisco Javier, con todos los derechos y privilegios que este título lleva”, derechos y privilegios relacionados al culto litúrgico.
En la Capilla del Palacio de Propaganda Fide, el Secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, S.E.R. Mons. Robert Sarah, presidió esta mañana la Concelebración Eucarística en la que han participado sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de las Congregaciones y del Secretariado internacional de la Pontificia Obra Misionera. “Hoy tenemos la alegría de celebrar la fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús y del Rostro Santo, Patrona de las Misiones y plenamente misionera también en su vida de clausura” afirmó Mons. Sarah en la homilía. “Toda la vida de Santa Teresa de Lisieux está llena de Dio y de su Amor, y nos impulsa a apreciar la belleza de la unión íntima con Dios y con Cristo vivida en una vida de oración contemplativa y de amor. Con Santa Teresa aprendemos no solamente a caminar hacía nuestra conversión, haciéndonos como niños, sino que aprendemos sobre todo a poner en primer plano el Amor de Dios y la necesidad de nuestra respuesta, personal y generosa, en la oración cotidiana y en la consagración de todo nuestro ser a Dios”.
El Secretario del Dicasterio Misionero recordó que el fin de la vida de Santa Teresita consistió en estar al pie del Crucifijo, donde comprendió el inmenso amor de Dios por nosotros. Su vida estuvo marcada por el deseo de “amar el Amor”, de “amar a Jesús como nunca nadie antes lo ha amado”. Esta búsqueda cotidiana la llevó a descubrir su vocación y su lugar en la Iglesia: “en el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el Amor, así seré todo”. En la Iglesia, Santa Teresa será misionera rezando y amando. “No podemos ser misioneros sin amar —subrayó Mons. Sarah—, sin aprender que cosa quiere decir amar verdaderamente, porque evangelizar es llevar el Amor de Dios a todos los hombres”. La vocación misionera, como lo afirma también el Concilio Vaticano II, se expresa y es auténtica en una dimensión de radicalidad y de totalidad: todo debe pertenecerle a Dios, toda nuestra vida, para todos y en todo lugar. “Recemos para entender mejor nuestra vocación misionera —concluyó su homilía Mons. Sarah— y para poder imitar a Santa Teresa del Niño Jesús en nuestro camino cotidiano hacía la plenitud del amor y en nuestra vocación a la santidad”. (S.L.) (Agencia Fides 1/10/2007 - Líneas 42 ; Palabras 637)


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