VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por Don Nicola Bux y Don Salvatore Vitiello - La Iglesia es constitutivamente misionera

jueves, 20 septiembre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En la celebración dominical y en las fiestas toda la comunidad reza el Credo en el que se proclama a la Iglesia “una, santa, católica y apostólica”, mencionando cuatro notas de la Iglesia que la Tradición y la doctrina le han confiado a la historia de la fe. No se menciona explícitamente la “misionalidad” entre estas notas pero ésta es una característica constitutiva de la identidad de la Iglesia. La misionalidad, desde el punto de vista teológico, está incluida en cada una de las notas mencionadas pero de manera particular es parte de la catolicidad y de la apostolicidad de la Iglesia. ¿Cómo llegar a todos los hombres? ¿Cómo hacer verdaderamente universal, es decir católico, el mensaje de salvación traído por Cristo, sino es por el anhelo misionero de su Iglesia y de sus miembros vivos? ¿Cómo cumplir fielmente la tarea de ser apóstoles, testimonios fieles del Señor, anunciadores de su Palabra, administradores humildes y eficaces de la Gracia sino es a través de la misión, entendida como verdadero y auténtico factor constitutivo del ser de la Iglesia?
La misión no es una serie de iniciativas por realizar, un proyecto humano que cumplir independientemente de la escucha de la realidad y de la voluntad del Señor. La misión no depende tampoco de los recursos humanos y económicos que tengamos a disposición. Los grandes Santos han llevado a cabo misiones extraordinarias sin ningún medio humano, contando sólo con “el arma potente” de la fe y del abandono total y confiado en la divina Providencia, con la certeza de ser amados totalmente por el Señor y por lo tanto llamados a amar a los hermanos.
La misión es una cuestión de conciencia de uno mismo. ¿Quién es el cristiano? ¿Quién el misionero, el sacerdote y el apóstol? ¿Cuál es su identidad específica? No se trata de definir roles ni de la “separación de poderes” dentro de la Iglesia. Aún menos se trata de distinguir entre la “Iglesia misionera” y la “Iglesia”, como si dentro del único Cuerpo de Cristo pudieran haber órganos autónomos no totalmente dependientes y unidos al Cuerpo.
Se trata de partir de una única realidad verdaderamente esencial: la relación personal con Jesús de Nazaret Señor y Cristo, centro del cosmos y de la Historia y único Salvador de la humanidad. Toda la misión de la Iglesia depende de la relación personal de cada uno con el Señor Jesús. Por lo tanto la misión, realidad constitutiva del ser de la Iglesia, se nutre sobre todo de la oración, como lo ha recordado el Santo Padre Benedicto XVI en su encíclica “Deus Caritas Est” en el n. 37: “Ha llegado el momento de reafirmar la importancia de la oración ante el activismo y el secularismo de muchos cristianos comprometidos en el servicio caritativo. Obviamente, el cristiano que reza no pretende cambiar los planes de Dios o corregir lo que Dios ha previsto. Busca más bien el encuentro con el Padre de Jesucristo, pidiendo que esté presente, con el consuelo de su Espíritu, en él y en su trabajo”.
La misión, podríamos decir, es una cuestión de identidad y de corazón. Sin nunca olvidar, como sucedía en los primeros siglos del cristianismo, que sólo quien es capaz de defender la fe puede también evangelizar. Por lo tanto el “dar razón” o si quiere usar un término más tradicional, la apologética, es un momento esencial de la evangelización y de la misión. (Agencia Fides 20/9/2007; líneas 40, palabras 593)


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