VATICANO - Benedicto XVI destaca la actualidad del pensamiento de San Juan Crisóstomo y su irresistible urgencia de predicar el Evangelio: “El ideal misionero lo lanzó con el alma encendida al trabajo pastoral”.

jueves, 20 septiembre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “Este año celebramos el decimosexto centenario de la muerte de San Juan Crisóstomo (407-2007). Juan de Antioquía, llamado Crisóstomo, es decir “Boca de Oro”, por su elocuencia. Podemos decir que aún hoy está presente entre nosotros por sus obras”. Con estas palabras el Santo Padre Benedicto XVI inició su catequesis durante la audiencia general del miércoles 19 de setiembre que se realizó en la plaza San Pedro donde el Papa llegó de su residencia de Castelgandolfo.
Recorriendo las etapas principales de la vida de San Juan de Antioquía, Benedicto XVI recordó su nacimiento alrededor del 349 en Antioquía de Siria (hoy Antakya al sur de Turquía), donde llevó a cabo su ministerio presbiteral por casi once años, hasta el 397, cuando fue nombrado obispo de Constantinopla. Sufrió dos exilios entre el 403 y el 407. Huérfano de padre desde muy pequeño adquirió de la madre “una exquisita sensibilidad humana y una profunda fe cristiana”. Frecuentó los cursos de filosofía y retórica y se convirtió en el más grande orador de la antigüedad griega tardía. Fue bautizado en el 368 y fue formado en la vida eclesial por el Obispo Melezio. Del 367 al 372, junto con un grupo de jóvenes de los cuales algunos también serían nombrados obispos, frecuentó una especie de seminario en Antioquía donde aprendió la exégesis histórico-literal. Se retiro cuatro años con los eremitas del cercano monte Silpio y por otros dos años vivió solo en una gruta. “Durante ese periodo se dedicó totalmente a meditar ‘las leyes de Cristo’, los Evangelios y especialmente las Cartas de Paolo” recordó el Santo Padre. Se enfermó y regresó a su comunidad de Antioquía donde pudo realizar su vocación de pastor de almas: “La intimidad con la Palabra de Dios, cultivada durante los años de eremita maduró en él la urgencia irresistible de predicar el Evangelio, de donar a los demás todo lo que había recibido en los años de meditación. El ideal misionero lo lanzó con el alma encendida al trabajo pastoral”
“Ordenado diácono en el 381 y presbítero en el 386, se convirtió en un célebre predicador en las iglesias de su ciudad. Tuvo homilías contra los arrianos, otras conmemorativas de los mártires antioqueños y otras sobre las principales fiestas litúrgicas” recordó el Papa Benedicto XVI. El 387 el pueblo abatió las estatuas imperiales en signo de protesta contra el aumento de los impuestos y en esos días el santo tuvo sus famosas “Homilías sobre las estatuas” dirigidas a la penitencia y a la conversión. San Juan Crisóstomo es uno de los padres más prolíficos; de él se conservan 17 tratados, más de 700 homilías auténticas, los comentarios a Mateo y a Pablo y 241 cartas.
En una época caracterizada por las controversias teológicas suscitadas sobre todo por el arrianismo Juan Crisóstomo es “un testigo auténtico del desarrollo dogmático alcanzado por la Iglesia del siglo IV-V —puso en evidencia el Papa en su discurso—. Su teología era exquisitamente pastoral. En ella era constante la preocupación por la coherencia entre el pensamiento expresado por la palabra y lo que se vive... Cada una de sus intervenciones busco desarrollar en los fieles el ejercicio de la inteligencia, de la verdadera razón, para comprender y traducir prácticamente las exigencias morales y espirituales de la fe”.
“San Juan Crisóstomo se preocupó de acompañar con sus escritos el desarrollo integral de la persona, en las dimensiones física, intelectual y religiosa” continuó el Santo Padre. Su predicación se desarrollaba habitualmente “en el curso de la liturgia ‘lugar’ en el que la comunidad si construye con la Palabra y la Eucaristía... Su proyecto pastoral era parte de la vida de la Iglesia, donde los fieles con su bautismo asumen la función sacerdotal, real y profética... Nace de esta realidad el deber fundamental de la misión, porque todos en alguna medida somos responsables de la salvación de los demás... Todo se desarrolla entre dos polos: la gran Iglesia y la ‘pequeña Iglesia’ de la familia, en una relación recíproca”. El Santo Padre concluyó su catequesis subrayando que “esta lección del Crisóstomo sobre la presencia auténticamente cristiana de los fieles laicos en la familia y en la sociedad sigue siendo todavía hoy más actual que nunca” (S.L.) (Agencia Fides 20/9/2007 - líneas 50, palabras 738)


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