VATICANO - El Angelus de Benedicto XVI: " Dios no quiere que se pierda ni siquiera uno de sus hijos y su espíritu desborda de alegría cuando un pecador se convierte … En nuestro tiempo, la humanidad necesita que sea proclamada y testimoniada con vigor la misericordia de Dios "

lunes, 17 septiembre 2007

Castel Gandolfo (Agencia Fides) - En la liturgia del XXIV domingo del tiempo Ordinario se proclama un amplio pasaje del capítulo 15° del Evangelio de Lucas, que reconduce tres parábolas sobre la misericordia divina: la oveja perdida, la moneda perdida, el Padre misericordioso o el hijo pródigo. "Es bello pensar que en el mundo entero, allí donde la comunidad cristiana se reúna para celebrar la eucaristía dominical, resuena en este día esta Buena Noticia de verdad y salvación: Dios es amor misericordioso" ha dicho el Santo Padre Benedicto XVI antes de recitar el ángelus con los peregrinos reunidos en Castel Gandolfo, el domingo 16 de septiembre. " En esta página evangélica parece que casi se puede escuchar la voz de Jesús, que se revela en el rostro de su Padre y de nuestro Padre - ha continuado el Papa -. En el fondo, para esto vino al mundo: para hablarnos del Padre, para dárnoslo a conocer, hijos perdidos, y resucitar en nuestros corazones la alegría de pertenecer a él, la esperanza de ser perdonados y restituidos a nuestra plena dignidad, el deseo de vivir para siempre en su casa, que es también nuestra casa”.
El Santo Padre ha evidenciado lo que Jesús quería enseñar por medio de estas parábolas: "Dios no quiere que se pierda ni siquiera uno de sus hijos y su espíritu desborda de alegría cuando un pecador se convierte. La verdadera religión consiste entonces en entrar en sintonía con este Corazón ‘rico en misericordia’, que nos exige que amemos a todos, incluso a los alejados y a los enemigos, imitando al Padre celestial que respeta la libertad de cada uno y que atrae a todos hacia sí con la fuerza invencible de su fidelidad. Este es el camino que Jesús muestra a quienes quieren ser sus discípulos". A continuación Benedicto XVI ha subrayado que "en nuestro tiempo, la humanidad necesita que sea proclamada y testimoniada con vigor la misericordia de Dios", y ha recordado al Papa Juan Pablo II como “gran apóstol de la divina Misericordia". Además de haber dedicado al Padre misericordioso su segunda Encíclica, "a lo largo de todo su pontificado se hizo misionero del amor de Dios a todas las gentes" y "después de los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, que oscurecieron el alba del tercer milenio, invitó a los cristianos y a los hombres de buena voluntad a creer que la Misericordia de Dios es más fuerte que todo mal, y que sólo en la Cruz de Cristo se encuentra la salvación del mundo".
Después del rezo mariano del ángelus, el Papa ha recordado los nuevos beatos que en estos días son propuestos como ejemplo a los fieles: el P. Estanislao Papczynski, Fundador de la Congregación de los Clérigos Marianos; suor Maria Celina de la Presentación de la Beata Virgen Maria, religiosa profesa de la Segunda Orden de San Francisco; el P. Basilio Antonio Maria Moreau, fundador de la Congregación de la Santa Cruz. "Confío de modo especial a la intercesión de estos nuevos beatos a sus hijos espirituales - ha dicho Benedicto XVI -, para que sigan con ardor el luminoso testimonio de profetas de Dios, Señor de toda vida."
Recordando a continuación el 20° aniversario de la adopción del "Protocolo de Montreal" sobre las sustancias que empobrecen la capa de ozono provocando graves daños al ser humano y al ecosistema, el Santo Padre ha evidenciado los importantes resultados conseguidos hasta ahora, deseando que, "se intensifica por parte de todos, la cooperación, para promover el bien común, el desarrollo y la salvaguarda del creado, consolidando la alianza entre el hombre y el entorno, que debe ser reflejo del amor creador de Dios, del quien provenimos y hacia el que estamos en camino". (S.L) (Agencia Fides 17/9/2007 - Líneas: 44 Palabras: 673)


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