VATICANO - El Papa Benedicto XVI en Austria - “En un monasterio de impostación benedictina, las alabanzas a Dios, que los monjes celebran como solemne oración coral, tienen siempre la prioridad”

martes, 11 septiembre 2007

Viena (Agencia Fides) - El Santo Padre Benedicto XVI, en la tarde del domingo 9 de septiembre, se dirigió a la Abadía de Heiligenkreuz, fundada en 1135 por Leopoldo III, monasterio cisterciense más grande en Europa. Después de un momento de oración ante el Santísimo Sacramento y a la reliquia de la Santa Cruz, el Papa se dirigió a los monjes de la Comunidad guiados por su Abad, a los docentes y a los estudiantes de la Facultad Teológica presentes con el Rector, a las Autoridades locales que se encontraban en la Basílica así como a algunos Obispos austriacos y a un grupo representante de la parroquia.
“También he venido a la Abadía de Heiligenkreuz -dijo Benedicto XVI- que no es solamente una etapa importante en la Via Sacra hacia Mariazell, sino también el más antiguo monasterio cisterciense del mundo que ha permanecido activo sin interrupción. He querido venir a este lugar rico en historia, para dirigir la atención a la directiva fundamental de san Benito, según cuya Regula viven también los cistercienses. Benito dispuso concisamente “no oponer nada al divino Oficio”. Para este monasterio de impostación benedictina, las alabanza a Dios, que los monjes celebran como solemne oración coral, tienen siempre la prioridad”.
Todo cristiano reza, “o al menos debería hacerlo” destacó el Papa, sin embargo para los monjes la oración es el centro de “su tarea profesional. Estos, en efecto, ejercitan la profesión del orante”. Los monjes no rezan por una intención particular, “sino simplemente porque Dios merece ser adorado... Una oración tal, sin fin específico, que quiere ser puro servicio divino es llamada con razón ‘officium’. Es el ‘servicio’ por excelencia, el ‘servicio sacro’ de los monjes... Al mismo tiempo, el officium de los consagrados es también un servicio sacro a los hombres y un testimonio para ellos”.
Si “el núcleo del monaquismo es la adoración”, según san Benito y san Bernardo “una parte de la vida monástica, junto a la oración, es también el trabajo, la cultivación de la tierra en conformidad con la voluntad del Creador… Al ritmo del ora et labora la comunidad de los consagrados da testimonio de aquel Dios que en Jesucristo nos mira, y hombre y mundo, mirados por Él, se vuelven buenos”. También los sacerdotes y diáconos, religiosas y religiosos, están llamados a realizar el cotidiano officium de la oración, no obstante las dificultades que puedan entre ponerse: “Yo sé que se necesita disciplina, es más, hasta a veces la superación de uno mismo para recitar fielmente el Breviario -afirmó el Papa-; pero mediante este officium recibimos al mismo tiempo muchas riquezas: ¡cuántas veces en hacerlo el cansancio y la derrota desaparecen! Y ahí donde Dios es alabado y adorado con fidelidad, su bendición no falta”.
Benedicto XVI también destacó: “Vuestro principal servicio para este mundo debe ser vuestra oración y la celebración del divino Oficio. La disposición interior de cada sacerdote, de cada persona consagrada debe ser aquella de “no anteponer nada al divino Oficio”. La belleza de tal disposición interior se expresará en la belleza de la liturgia al punto que ahí juntos cantamos, alabamos, exaltamos y adoramos a Dios, se hace presente en la tierra un pedazo del cielo”. El Papa afirmó: “En este contexto os pido: ¡realizad la sagrada liturgia teniendo la mirada a Dios en la comunión de los santos, de la Iglesia viviente de todos los lugares y de todos los tiempos, para que se convierta en expresión de la belleza y de la sublimidad del Dios amigo de los hombres!” Destacando que el alma de la oración es el Espíritu Santo, y deseando que el seguimiento del Señor, en virtud de la fuerza del Espíritu, todos se conviertan en personas “espirituales”, el Papa exhortó a los monjes diciendo: “Como oasis espiritual un monasterio indica al mundo de hoy la cosa más importante, es más, a fin de cuentas la única cosa decisiva: existe una última razón por la cual vale la pena vivir, y es Dios y su amor imperscrutable”. A los fieles pidió consideren las abadías y monasterios, tan numerosos en Austria, “no solamente como lugares de cultura y de tradición o inclusive simples haciendas económicas… un monasterio es sobre todo… un lugar de fuerza espiritual… ¡Aprovechad estas fuentes de la cercanía de Dios en vuestro País, estimad las comunidades religiosas, los monasterios y las abadías y recurrid al servicio espiritual que los consagrados están dispuestos a ofreceros!”
La parte conclusiva del discurso estuvo dedicada por el Santo Padre a la Facultad Teológica Pontificia, fundada en 1802: es importante “que existan lugares de estudio tan perfilados como el vuestro -destacó Benedicto XVI-, donde es posible una relación profunda de la teología científica y la espiritualidad vivida. Dios, en efecto, no es nunca simplemente el Objeto de la teología, es siempre al mismo tiempo su Sujeto viviente… Por esto intelectualidad científica y devoción vivida son dos elementos del estudio que, en una complementariedad irrenunciable, dependen una de la otra”. El Papa puso en guardia del peligro de que la teología pueda “perder el respiro de la fe” y destacó la importancia de sostener el llamado al sacerdocio o al estado religioso durante toda la vida, a través de “una formación que integre fe y razón, corazón y mente, vida y pensamiento… Todo llamado a la vida religiosa o al sacerdocio es un tesoro tan precioso que los responsables deben hacer todo lo posible para encontrar los caminos de formación aptos para promover juntos fides et ratio -la fe y la razón, el corazón y la mente”. Finalmente recordó la ardiente devoción mariana de San Bernardo de Claraval, que ejercitó un ascendiente entusiasmante y alentador sobre muchos jóvenes de su tiempo: “Donde está María, ahí está la imagen primigenia de la donación total y del seguimiento de Cristo. Donde está María, ahí está el soplo pentecostal del Espíritu Santo, ahí está el inicio y la renovación auténtica”. Concluyendo su discurso, Benedicto XVI pidió a la Madre de Dios interceder por toda Austria: “Con las palabras de san Bernardo invitó a cada uno a hacerse delante de María y en modo confiado un “niño”, como lo hizo el Hijo mismo de Dios”. (S.L.) (Agencia Fides 11/9/2007; líneas 70, palabras 1054)


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