VATICANO - El Papa Benedicto XVI en Austria — “También nosotros tenemos necesidad del contacto con el Resucitado, que nos sostiene más allá de la muerte. Tenemos necesidad de este encuentro que nos unifica, que nos dona un espacio de libertad y que nos permite ver más allá del activismo de la vida cotidiana el amor creador de Dios”

lunes, 10 septiembre 2007

Viena (Agencia Fides) - El domingo 9 de septiembre a las 10am el Santo Padre Benedicto XVI presidió la Celebración Eucarística en la Catedral de San Esteban en Viena. En su homilía el Papa quiso detenerse especialmente a explicar el significado del domingo para los cristianos. Recordando el testimonio de los cristianos de Abitene, actual Túnez, que en el 304 fueron llevados delante de un juez y de ahí martirizados pues habían sido sorprendidos durante la Celebración Eucarística, en ese entonces prohibida, el Papa resaltó: “También nosotros tenemos necesidad del contacto con el Resucitado, que nos sostiene más allá de la muerte. Tenemos necesidad de ese encuentro que nos unifica, que nos dona un espacio de libertad y que nos permite ver más allá del activismo de la vida cotidiana el amor creador de Dios, del cuál venimos y hacía el cual nos dirigimos”.
Citando el pasaje del evangelio del domingo, Benedicto XVI explicó que Jesús habla en particular del llamado a los Doce: “antes que nada ellos deben superar el escándalo de la Cruz y estar dispuestos a dejar verdaderamente todo y a aceptar la misión aparentemente absurda de ir hasta los confines de la tierra y, con su escasa cultura, anunciar a un mundo lleno de una supuesta erudición y de una formación ficticia o verdadera —ciertamente de manera particular también a los pobres y a los simples— el Evangelio de Jesucristo. Debían estar listos, al recorrer ese camino en la inmensidad del mundo, a sufrir en primera persona el martirio, para dar testimonio del Evangelio del Señor crucificado y resucitado”. En todos los tiempos de la historia el Señor “llama a algunas personas a contar exclusivamente con Él, a dejar todo el resto y a estar totalmente a su disposición y de esta manera a disposición también de los demás: a crear oasis de amor desinteresado en un mundo, en el que con frecuencia parece que sólo cuenta el poder y el dinero”.
Además el Evangelio del domingo tiene una enseñanza de Jesús que es válida para todos: “Quién quiere solamente poseer la propia vida, guardarla sólo para él mismo, la perderá. Sólo quién se dona recibe su vida —afirmó Benedicto XVI—. Con otras palabras: sólo quién ama encuentra la vida. Y el amor necesita siempre salir de uno mismo y abrirse a los demás... Sólo el amor de Dios, que ha renunciado a si mismo para entregarse a nosotros, nos permite ser libres, entregarnos a los demás y así encontrar verdaderamente la vida”.
En la parte conclusiva de la homilía el Papa volvió a referirse al valor del domingo: “Sin el Señor y sin el día que le pertenece no se puede lograr una vida plena. El Domingo, en nuestra sociedad occidental se ha cambiado en un fin de semana, en tiempo libre. El tiempo libre, especialmente en medio de la prisa del mundo moderno, es una cosa buena y necesaria, cada uno de nosotros lo sabe. Pero si el tiempo libre no tiene un centro interior, de donde nace un sentido para todo, éste termina por ser un tiempo vacío que no nos descansa y nos refuerza. El tiempo libre necesita de un centro, del encuentro con Aquel que es nuestro origen y nuestra meta. Precisamente porque en el Domingo se vive en profundidad el encuentro, con la Palabra y los Sacramentos, con el Cristo resucitado, la intensidad de ese día abarca toda la realidad... El Domingo es en la Iglesia también la fiesta semanal de la creación, la fiesta de la gratitud y de la alegría por la creación de Dios. En una época, en la que a causa de nuestras acciones la creación parece estar expuesta a múltiples peligros, tenemos que acoger concientemente esta dimensión del Domingo. La Iglesia primitiva asimiló progresivamente al primer día la herencia del sétimo día, del šabbat. Participemos en el reposo de Dios, un reposo que abraza a todos los hombres. De esta manera podremos percibir en este día algo de la libertad y de la igualdad de todas las criaturas de Dios.”
Al final de la Celebración Eucarística, el Santo Padre dirigió la oración del Ángelus en la plaza de la Catedral. Introduciendo la oración mariana el Papa volvió a tocar algunos temas mencionados en la homilía de la Misa, y refiriéndose a la Virgen María afirmó: “Plenamente disponible, totalmente abierta en su interior y libre de si misma le ha dado a Dios la posibilidad de colmarla con su Amor, con el Espíritu Santo. Es así que María, la mujer simple, ha podido recibir en sí misma al Hijo de Dios y donarle al mundo el Salvador, que se había donado a Ella. También a nosotros se nos ha donado hoy el Hijo de Dios en la Celebración Eucarística. Quién comulgó lleva en este momento en sí mismo de manera particular al Señor resucitado. Como María lo llevó en su seno —un indefenso y pequeño ser humano, totalmente dependiente del amor de la madre— así Jesucristo, bajo la especie del pan, se ha confiado a nosotros, queridos hermanos y hermanas. ¡Amemos a este Jesús que se dona totalmente en nuestras manos! ¡Amémoslo como lo amó María! ¡Y llevémoslo a los hombres como María lo llevó a Isabel, suscitando júbilo y alegría!” (S.L.) (Agencia Fides 10/9/2007; líneas 58, palabras 931)


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