VATICANO - El papa Benedicto XVI en Austria - “¡Muéstranos a Jesús! Con este ruego a la Madre del Señor nos hemos puesto en camino hacia este lugar. Esta misma oración nos acompañará cuando volvamos a la vida cotidiana. Y sabemos que María escucha nuestras plegarias”

lunes, 10 septiembre 2007

Viena (Agencia Fides) - El sábado 8 de septiembre, el Santo Padre Benedicto XVI se dirigió al Santuario de Mariazell, entre los montes de la Stiria, para presidir, en la parte externa de la Basílica, la Concelebración Eucarística por el 850º aniversario de la fundación del Santuario, en la solemnidad de la Natividad de la Beata Virgen María, fiesta patronal de Mariazell.
“Con esta gran peregrinación a Mariazell -dijo el Papa en su homilía- celebramos la fiesta patronal de este Santuario, fiesta de la Natividad de María. Desde hace 850 años personas de distintos pueblos y naciones se acercan a este Santuario y oran llevando consigo los anhelos de una nación y de sus propios corazones, las preocupaciones y las esperanzas de su ser más íntimo. De este modo, Mariazell se ha convertido para toda Austria, y también más allá de sus fronteras, en un lugar de unidad reconciliada… Hoy nos insertamos en la gran peregrinación a través de los siglos”.
Trayendo a la memoria el pasaje evangélico proclamado en la Santa Misa, que “presenta la historia de Israel a partir de Abraham como una peregrinación que, con sus altos y bajos, por caminos largos y cortos, conduce finalmente a Cristo”. El papa subrayó que “ir en peregrinación significa estar orientados en una cierta dirección, caminar hacia una meta… Entre los peregrinos de la genealogía de Jesús habían algunos que habían olvidado la meta y habían pretendido colocarse a sí mismos como meta. Pero el Señor suscitaba siempre nuevamente personas que se dejaban impulsar por la nostalgia de una meta, orientando así su propia vida. Emprender la vida cristiana en los inicios de la Iglesia de Jesucristo fue posible porque existían en Israel personas con un corazón en búsqueda -personas que no se dejaban llevar por la rutina, sino que trataban de escrutar en lo profundo, a la búsqueda de algo más grande…”
También hoy en día, como fondo de la peregrinación debe haber un “corazón inquieto y abierto”, en cuanto “no es suficiente ser o pensar de algún modo como todos los demás. El proyecto de nuestra vida va mucho más allá. Necesitamos de Dios, de aquel Dios que nos ha mostrado su rostro y nos ha abierto su corazón: Jesucristo.” Sólo Jesús, que es Dios, es el único puente que pone al hombre en contacto inmediato con Dios. “Si nosotros los cristianos lo llamamos Único Mediador de la salvación válido para todos, que tiene que ver con todos y del cual todos, en definitiva, tienen necesidad, esto -destacó Benedicto XVI- no significa de ningún modo el desprecio de las otras religiones ni un absolutismo soberbio de nuestro modo de pensar, sino tan solo el hecho de haber sido conquistados por Aquel que nos ha tocado interiormente y nos ha colmado de dones, para que al mismo tiempo nosotros los hagamos extensivos a los demás”.
Seguidamente, el Papa se detuvo sobre el tema de una cierta resignación “que considera al hombre incapaz de la verdad -como si ésta fuese demasiado grande para él”: precisamente esa resignación es, según el Santo Padre, el punto neurálgico de la crisis del Occidente, de Europa. “ Si para el hombre no existe una verdad, él, en el fondo, no puede ni siquiera distinguir entre el bien y el mal. Y entonces los grandes y maravillosos conocimientos de la ciencia se vuelven ambiguos: pueden abrir perspectivas importantes para el bien, para la salvación del hombre, pero al mismo tiempo -y lo vemos- pueden constituir una terrible amenaza, la destrucción del hombre y del mundo”. Mirando a Jesús como está representado en el Santuario de Mariazell -un niño en brazos de su Madre y, sobre el altar, crucificado- Benedicto XVI explicó que estas dos imágenes nos dicen que “la verdad no se afirma mediante un poder externo, sino que es humilde y se dona al hombre solamente mediante el poder interior de su ‘ser verdadera’. La verdad se demuestra en el amor. No es nunca nuestra propiedad, un producto nuestro, como tampoco el amor puede ser producido, sino tan sólo recibido y transmitido como un don”.
El tema de la jornada y de la peregrinación entera de Benedicto XVI ha sido “Mirar a Cristo”; el Santo Padre ha invitado a todos a dirigir esta súplica a María, que nos ha dado a Cristo como su Hijo: “María responde, presentándolo a nosotros primeramente como un niño. Dios se ha hecho pequeño por nosotros… Pide nuestro amor. Nos invita a nosotros también a ser pequeños, a descender de nuestros altos tronos y aprender a ser niños delante de Dios… El niño Jesús nos recuerda naturalmente también a todos los niños del mundo, en los cuales quiere salir a nuestro encuentro. Los niños que viven en la pobreza; que son explotados como soldados; que no han podido jamás experimentar el amor de sus padres; los niños enfermos y sufrientes, pero también los alegres y sanos. Europa se ha hecho pobre a falta de niños: lo queremos todo para nosotros, o tal vez no confiamos suficientemente en el futuro. Pero la Tierra será verdaderamente privada de un futuro cuando se apaguen las fuerzas del corazón humano y de la razón iluminada por el corazón, cuando el rostro de Dios no brille sobre la tierra. Donde está Dios, ahí está el futuro”.
Mirando al Cristo crucificado sobre el Altar mayor el Papa afirmó: “Dios redimió al mundo no mediante la espada, sino mediante la Cruz… Jesús transformó la pasión -su sufrimiento y su muerte- en oración, y de este modo la transformó en un acto de amor hacia Dios y hacia los hombres. Por ello los brazos extendidos del Crucificado son también un gesto de abrazo, con el cuál el nos llama queriendo aferrarnos con las manos de su amor”.
Si miramos a Cristo “nos damos cuenta de que el cristianismo es bastante más y algo diverso de un simple sistema moral, de una serie de requisitos y leyes. Es el don de una amistad que perdura en la vida y en la muerte… precisamente por ello lleva en sí también una gran fuerza moral de la que nosotros, frente a los retos de nuestro tiempo, tenemos gran necesidad. Si a partir de Jesucristo y de su Iglesia leemos de manera siempre renovada el Decálogo del Sinaí, penetrando su profundidad, entonces se nos revelará como una grande, válida y permanente enseñanza. El Decálogo es sobretodo un ‘sí’ a Dios, un Dios que nos ama, nos guía y nos conduce y, sin embargo, no invade nuestra libertad, haciéndola más bien verdadera libertad (los tres primeros mandamientos). Es un ‘sí’ a la familia (cuarto mandamiento), un ‘sí’ a la vida (quinto mandamiento), un ‘sí’ al amor responsable (sexto mandamiento), un ‘sí’ a la justicia (séptimo mandamiento); un ‘sí’ a la verdad (octavo mandamiento); es un ‘sí’ al respeto por las demás personas y por aquello que les pertenece (noveno y décimo mandamientos)”. Finalmente, el Papa concluyó su homilía recordando que María escuchará nuestra invocación de mostrarnos a Jesús: “en cualquier momento de nuestra vida, cuando miramos a María, ella nos muestra a Jesús. De este modo podemos encontrar el camino justo, seguirla paso a paso, llenos de la gozosa esperanza de poder caminar en la luz, en la alegría del eterno Amor”.
Al término de la Santa Misa, algunos representantes de los Consejos Parroquiales electos en el 2007 en las diócesis austriacas recibieron de las manos del Papa los dos libros del Nuevo Testamento escritos por San Lucas: el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Antes del saludo a los fieles en diversas lenguas, el Santo Padre Benedicto XVI dirigió un pensamiento a las personas golpeadas en estos días por los aluviones en Austria, así como a los dos ancianos muertos durante la peregrinación a Mariazell.
Antes de concluir la celebración eucarística, Benedicto XVI dirigió su saludo a los fieles provenientes de diversos países de Europa oriental para honrar a la Virgen de Mariazell, venerada no sólo como Magna Mater Austrae, sino también como Magna Hungarorum Domina y Mater Pentium Slavorum. (S.L.) (Agencia Fides 10/9/2007; líneas 90, palabras 1382)


Compartir: