Roma (Agencia Fides)- La cuestión de la distribución de las ganancias petroleras está al centro de la vida política nigeriana. La población, en gran parte cristiana, del sur del país (donde se encuentran los principales yacimientos de petróleo en Nigeria) desde hace decenios le reclama al Estado servicios (escuelas, hospitales, carreteras) y la posibilidad de un verdadero desarrollo económico invirtiendo las ganancias de las ventas del petróleo.
Nigeria está en el 158 puesto en el índice de desarrollo humano elaborado por el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas. La esperanza de vida es de 43,3 años y la tasa de mortalidad infantil es de 98 niños por cada mil; uno de los más altos de África. Sin embargo el país tiene todos los recursos para remediar esta situación: no tiene necesidad de limosnas. Según las estadísticas oficiales, desde la independencia (1960) hasta el día de hoy al Estado nigeriano ha ganado más de 400 mil millones de dólares por el petróleo. Pero los nigerianos no han visto mejorar su nivel de vida, es más, en el caso de la población del delta del Niger sus condiciones han empeorado. La agricultura y la pesca, tradicionalmente las actividades económicas locales, se han visto gravemente afectadas por la contaminación producida por las actividades de extracción del crudo.
“En los años ’70, el equivalente de cuatro Exxon Valdez (la súper petrolera que por un accidente perdió 38 millones de litros de petróleo en el mar de Alaska en marzo de 1989) se perdían anualmente en las aguas del delta” escribe Xavier Harel en su libro sobre la malversación del sector petrolero en África (“Afrique, pillage à huis clos”, Parigi, 2006). Según la NNPC (Nigerian National Petroleum Corporation) entre 1976 y 1990 se han producido 2,676 perdidas de petróleo en el ambiente, y estudios efectuados en los años ’90 han establecido que la tasa de hidrocarburos en las corrientes de agua locales es entre 360 y 680 veces más alto de las tasas permitidas por la legislación de la Unión Europea.
Los pobladores del sur del país se sienten frustrados y la conciencia de que en los últimos 20 años las etnias del norte (mayoritariamente musulmanas) han dominado los vértices del Estado Federal crea la posibilidad de nuevas fracturas que encuentren justificación en razones étnicas o religiosas. En realidad estos son factores que son instrumentalizados dentro de una lucha política que busca sobre todo apropiarse de las ganancias petrolíferas aún con medios ilegales. No es un secreto que en Port Harcourt (la capital nigeriana del petróleo donde tienen sede las filiales locales de las multinacionales que operan en el país) por lo menos dos bandas criminales se enfrentan con armas cada vez más pesadas por el control del llamado “bunkering”. Se trata de recolectar crudo perforando los oleoductos locales. El petróleo adquirido de esta manera es transportado en naves cisternas para poder ser comercializado. Son pues operaciones complejas que presuponen una organización internacional y la complicidad de las autoridades. Se calcula que entre 100 mil y 300 mil barriles de petróleo (el 10% de la producción nigeriana) desaparece cada día de esta forma, con daños no sólo económicos sino también ecológicos.
La Iglesia nigeriana ha pedido más de una vez mayor transparencia y honestidad en la gestión del petróleo local con el fin de pode utilizar sus ganancias en el desarrollo real del país (ver Fides 13 de noviembre de 2006). (L.M.) (Agencia Fides 4/9/2007 líneas 42 palabras 597)