VATICANO - El Papa Benedicto XVI en Austria — La primera etapa de su peregrinaje a la Mariensäule, para reflexionar “sobre el significado de la Madre de Dios para Austria en el pasado y el presente, como también su significado para cada uno de nosotros”

sábado, 8 septiembre 2007

Viena (Agencia Fides) - Inmediatamente después de la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto, a las 12:45 del viernes 7 de setiembre, el Santo Padre Benedicto XVI se acercó a la Mariensäule (la columna de María) en la Plaza “Am Hof” (de los Nueve Coros Angélicos) en Viena, primera etapa de su peregrinaje a Marieazell. En el atrio de la Iglesia “Am Hof” el Papa presidio una liturgia de la Palabra, al final de la cual ingreso a la Iglesia para la vigilia de oración y adoración del Santísimo Sacramento que realizaron los jóvenes durante toda la duración del viaje papal.
“Como primera etapa en mi peregrinaje a Mariazell he escogido la Mariensäule, para reflexionar un momento con ustedes sobre el significado de la Madre de Dios para Austria en el pasado y en el presente, como también su significado para cada uno de nosotros” afirmó Benedicto XVI en su discurso durante la liturgia de la Palabra. “Desde los primeros tiempos, a la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, se une una veneración particular por su Madre, por aquella Mujer, en cuyo seno Él asumió la naturaleza humana, participando incluso de las palpitaciones de su corazón, la Mujer que acompaño con delicadeza y respeto su vida hasta su muerte en la cruz, y a cuyo amor materno Él le confió a su discípulo predilecto y con él a toda la humanidad. En su sentimiento materno María acoge también hoy bajo su protección personas de todas las culturas e idiomas, para conducirlos juntos, en una multiforme unidad, hacia Cristo. A Ella podemos dirigirnos en nuestras preocupaciones y necesidades. Pero también tenemos que aprender de Ella a acogernos unos a otros con el mismo amor con el que Ella acoge a cada uno de nosotros”.
El Santo Padre recordó que la Mariensäule fue erigida por el emperador Fernando III como agradecimiento por la liberación de Viena de un gran peligro hace ya 360 años, y “debe ser también para nosotros en la actualidad un signo de esperanza”. “¡Cuantas personas, desde ese entonces, se han detenido a los pies de esta columna —prosiguió el Santo Padre— y rezando han elevado sus ojos a María! ¡Cuántos han experimentado en medio de sus dificultades personales la fuerza de su intercesión!”. Pero la esperanza cristiana supera la realización de nuestros deseos humanos, pequeños y grandes. María nos muestra a cual esperanza hemos sido llamados: “En efecto, ¡Ella personifica lo que el hombre es verdaderamente! Lo hemos apenas escuchado en el pasaje de la Carta a los Efesios: ya antes de la creación del mundo, Dios nos ha escogido en Cristo. ¡Él nos conoce y nos ama desde la eternidad! ¿Con qué fin nos ha escogido? ¡Para ser santos e inmaculados con Él en el amor! Ésta no es una tarea irrealizable: En Cristo Él nos ha donado la realización. ¡Nosotros hemos sido ya redimidos!... Si continuamos a llevarle nuestras preocupaciones cotidianas a la Madre Inmaculada de Cristo, Ella nos ayudara a abrir nuestras pequeñas esperanzas a la grande y verdadera esperanza que le da sentido a nuestra vida capaz de colmarnos de una alegría profunda e indestructible”.
Al final de su discurso, el Santo Padre pronunció una oración de consagración de Austria y de sus habitantes a la Virgen Inmaculada. Concluida la liturgia en la Mariensäule, Benedicto XVI se dirigió al Memorial por las victimas austriacas de la Shoah en la “Judenplatz”. Fue acogido por el Gran Rabino y por el Presidente de la Comunidad hebrea, el Papa tuvo un momento de oración en silencio. De ahí se traslado en auto a la Nunciatura Apostólica. (S.L.) (Agencia Fides 8/9/2007; líneas 42, palabras 642)


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