VATICANO - "Benedicto XVI a Asís: anunciar con San Francisco la sencillez del Evangelio en un mundo complejo". Una aportación del P. Pietro Misa, OFM

viernes, 15 junio 2007

Roma (Agencia Fides) - El domingo 17 de junio el Santo Padre Benedicto XVI irá en visita pastoral a Asís en el VIII centenario de la conversión de San Francisco. Para la circunstancia la Agencia Fides publica una aportación del P. Pietro Misa, OFM, Rector de la Escuela Superior de Estudios Medievales y Franciscanos de la Pontificia Universidad Antonianum de Roma.
“No podemos escondérnoslo: aún imitando a Juan Pablo II en algunos aspectos, el Papa Benedicto XVI no está siguiendo las huellas de su predecesor y esto se ha visto desde el principio del pontificado. Por citar sólo algunos ejemplos, las beatificaciones ya no son presididas por el Papa sino más bien celebradas por un representante del Santo Padre, que habitualmente es el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y, el mismo rito de beatificación se desarrolla en las diócesis que han promovido la causa del nuevo beato, o en otra localidad que se considere idónea; el Consejo pontificio para el Diálogo Interreligioso está, en un cierto sentido, incorporado por el Consejo Pontificio para la Cultura; las audiencias a grupos individuales han disminuido y del mismo modo los mensajes firmados personalmente por el Papa. Poco tiempo después de la elección de Benedicto XVI un atento observador, como lo es el vaticanista Luigi Accattoli, constatando tal diversidad con Juan Pablo II, escribió que está bien que cada astro gire en su órbita, sin querer imitar estilos que no son los suyos.
En este cambio tampoco Asís ha sido inmune, y eso no tanto porque con ocasión del nombramiento del arzobispo Domenico Sorrentino como Obispo de la ciudad publicó un Motu propio que sometía las Basílicas patriarcales -ahora papales puesto que el Pontífice ha renunciado al título de Patriarca de occidente- a la jurisdicción del Obispo de la ciudad, sino más bien por las intervenciones que Benedicto XVI ha hecho acerca de la figura de san Francisco. En efecto él se ha referido varias veces al Santo de Asís, sea poniendo en guardia contra un «"abuso" de la figura de san Francisco» -con la consecuencia de «traicionar su mensaje»-, sea indicando el encuentro con Jesucristo como centro.
En un encuentro con los sacerdotes de la diócesis de Albano, el 1° de septiembre de 2006, a propósito de san Francisco afirmó que «no era sólo un ambientalista o un pacifista. Era sobre todo un hombre que se había convertido. He leído con placer que el Obispo de Asís, Mons. Sorrentino, precisamente para remediar este "abuso" de la figura de san Francisco, con ocasión del VIII centenario de su conversión quiere convocar a un "Año de conversión", para ver cuál es el verdadero "desafío". Quizás todos nosotros podamos animar un poco a la juventud para que comprendiera en que consiste la conversión, uniéndolo a la figura de san Francisco, para buscar un camino que amplíe la vida. Francisco era una especie de "play-boy." Luego, sintió que esto era insuficiente. Oyó la voz del Señor: "Reconstruye mi casa”. Paulatinamente entendió que quería decir “construir la Casa del Señor".
El Papa hace referencia a la carta del Obispo de Asís, Mons. Domenico Sorrentino, en la cual se afirma: «"Francisco, ve, repara mi casa que, como ves, está toda en ruina". Esta palabra del Crucifijo empujó a Francisco a dedicarse a la restauración material de la iglesia de San Damián y a otras iglesias. ¿Pero podía limitarse a esto el significado de aquella voz? Los biógrafos leerán en esto la misión del Pobrecito : la renovación espiritual de la cristiandad. Es indudable que allí se encuentra también este aspecto. Me parece sin embargo que, en el trabajo espiritual que el joven Francisco estaba viviendo, aquella palabra de vocación y misión fue percibida por él ante todo como una invitación a llevar hasta el final la conversión ya iniciada, haciendo propios los deseos y designios de Cristo para su Iglesia."
El 2 de septiembre de 2006, en el mensaje dirigido a Mons. Domenico Sorrentino, Obispo de Asís, con ocasión del vigésimo aniversario del encuentro interreligioso de oración por la paz, Benedicto XVI escribió: «Por su iniciativa audaz y profética, Juan Pablo II quiso elegir el sugestivo escenario de esta Ciudad de Asís, universalmente conocida por la figura de San Francisco. Efectivamente, el Pobrecito encarnó de modo ejemplar la bienaventuranza proclamada por Jesús en el Evangelio: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos" (Mt5,9). El testimonio que él dio en su tiempo también hoy constituye un natural punto de referencia para cuantos cultivan el ideal de la paz, del respeto por la naturaleza, del diálogo entre las personas, entre las religiones y las culturas. Sin embargo es importante recordar, si no se quiere traicionar su mensaje, que fue la elección radical de Cristo lo que le proveyó la llave de comprensión de la fraternidad a la cual todos los hombres estamos llamados, y a la cual también las criaturas inanimadas - de "hermano sol" a "hermana luna"- de algún modo participan. Por lo tanto, me gusta recordar que, en coincidencia con este vigésimo aniversario de la iniciativa de oración por la paz de Juan Pablo II, también se celebra el octavo centenario de la conversión de San Francisco. Ambas conmemoraciones se iluminan recíprocamente. En las palabras dirigidas a él por el Crucifijo de San Damián - "Vé, Francisco, arregla mi casa"... -, en su elección por una pobreza radical, en el beso al leproso en el cual se expresa su nueva capacidad de ver y querer a Cristo en los hermanos sufrientes, iniciaba aquella aventura humana y cristiana que continúa fascinando a muchos hombres de nuestro tiempo y convierte esta Ciudad en meta para muchos peregrinos".
Sobre todo en el discurso dirigido con ocasión del rezo del ángelus del domingo 22 de octubre 2006, Benedicto XVI ofrece una lectura - o para expresarlo con el término apropiado que le gusta al Papa, una "hermenéutica"- de la vicisitud del Santo de Asís. Después de haber recordado que en aquel domingo se celebraba la octogésimo Jornada Misionera Mundial, «instituida por el Papa Pío XI, que dio un fuerte impulso a las misiones ad gentes», dijo: «La misión parte del corazón: cuando nos detenemos para rezar delante del Crucifijo, con la mirada dirigida a aquel costado traspasado, no se puede no experimentar dentro de si la alegría de saberse amados y el deseo de amar y de hacerse instrumentos de misericordia y reconciliación. Así le ocurría, hace 800 años, al joven Francisco de Asís, en la pequeña iglesia de San Damián, que en aquel entonces estaba destruida. De lo alto de la Cruz, ahora custodiada en la Basílica de Santa Clara, Francisco sintió que Jesús le decía: "Vé, repara mi casa que, como ves, está en ruinas". Aquella "casa" era ante todo su propia vida, necesitada de "arreglo" a través de una verdadera conversión; era la Iglesia, no aquella hecha de ladrillos, sino de personas vivas, necesitada siempre de purificación; era también toda la humanidad, en la que Dios quiere habitar. La misión siempre parte de un corazón transformado por el amor de Dios, como testimonian innumerables historias de santos y mártires, que, con modalidades diferentes, han gastado la vida al servicio del Evangelio» San Francisco, hombre convertido, es presentado como ejemplo de la «misión de Jesús, que se resume en esto: llevar a cada persona la buena noticia que "Dios es amor" y, justamente por esto, quiere salvar el mundo”.
Esta llamada a no vaciar la experiencia de Francisco reduciéndolo a un simple pacifista o ambientalista parece rememorar cuánto decía Pio XI y, antes de él Benedicto XV. En efecto Benedicto XV en la carta encíclica "Sacra propediem" del 1921, con ocasión del séptimo centenario de la fundación de la Tercera Orden Franciscana, escribe: «Ante todo conviene que cada uno tenga una idea exacta de la figura de San Francisco, en cuánto algunos, según la invención de los modernistas, presentan al hombre de Asís poco obediente a esta Cátedra apostólica, como el campeón de una vaga religiosidad, tanto que él no puede ser correctamente llamado ni Francisco de Asís ni santo».
La recuperación de la dimensión trascendental en la vicisitud de Francisco de Asís, corrigiendo las falsificaciones laicas, también la realizó Pío XI en 1924, con ocasión del séptimo centenario de los Sagrados Estigmas, a través de una carta encíclica que reafirmó el carácter sobrenatural del acontecimiento. Sin embargo la intervención más acreditada de Pío XI respecto al Santo de Asís fue la encíclica "Rite expiatis" del 1926, con ocasión del séptimo centenario de la muerte de San Francisco, en la cual dirigiéndose a los fieles decía: "rehuyendo de aquella imaginaria figura que con gusto se hacen del Santo los partidarios de los errores modernos o los seguidores del lujo y las delicadezas mundanas, buscando proponer a la fiel imitación de los cristianos aquel ideal de santidad que él reiteró en sí derivándolos de la pureza y de la sencillez de la doctrina evangélica. Nuestro deseo es pues que las fiestas religiosas y civiles, las conferencias y los discursos sagrados que se tendrán en este centenario busquen celebrar con manifestaciones de verdadera piedad al Seráfico Patriarca, sin hacer de ello un hombre ni totalmente diferente ni solamente disímil de como lo hicieron los regalos de naturaleza y gracia, de los que se sirvió admirablemente para alcanzar él mismo y para facilitar al prójimo la más alta perfección. [...].
Y ¿por qué, a pesar del largo tiempo transcurrido desde la muerte del Seráfico, se enciende de nuevo el ardor y la admiración, no sólo de los católicos, sino de los mismos no-católicos, sino es porque su grandeza refulge hoy en las mentes no menos brillantes que en el pasado, y por qué se implora con ardiente afán la fuerza de su virtud, que continua siendo tan eficaz para remediar los males de la sociedad?
Ay, cuánto mal hacen y cuán lejos están del conocimiento de Francisco aquellos que, para servir a sus fantasías y errores, se imaginan, (¡increíble!), un Francisco intolerante con la disciplina de la iglesia, descuidado de los mismas dogmas de Fe, precursor e incluso divulgador de aquella múltiple y falsa libertad, que se empezó a exaltar al inicio de la edad moderna, y cuántos problemas dio a la Iglesia y a la sociedad civil".
Después de haber enumerado las virtudes de san Francisco, Pío XI escribe: "Nos ha gustado, Venerados a Hermanos, reteneros más detenidamente en la contemplación de estas altísimas virtudes, justamente porque, en nuestros tiempos, muchos infectados por el falso espíritu de secularismo, tratan habitualmente de desacreditar nuestros santos héroes de la luz verdadera y gloria de su santidad. Estos escritores perciben a los santos como sencillos modelos de excelencia humana o como profesores de un espíritu vacío de religión, alabándolos y magnificándolos exclusivamente por lo que han hecho por el progreso de las artes y ciencias, o porque ciertas obras de misericordia se han hecho por ellos. No dejamos por tanto de maravillarnos como una tal admiración por san Francisco, así diezmado y falsificado, pueda favorecer a sus modernos aficionados, los que anhelan las riquezas y las delicias, o ataviados y perfumados frecuentan las plazas, las danzas y los espectáculos o se envuelven en el barro de los deleites, o ignoran o rechazan las leyes de Cristo y la Iglesia. [...] Por tanto Francisco, adiestrado por las fuertes virtudes que hemos recordado, está llamado providencialmente a la obra de reforma y salvación de sus contemporáneos y ayuda a la Iglesia universal. En la iglesia de San Damián, dónde solió rezar con gemidos y suspiros, por tres veces oyó bajar del cielo una voz: "Ve, Francisco, restaura mi casa que cae." Él, por aquella profunda humildad que le hacía creer que él mismo era incapaz de cumplir cualquier obra grandiosa, no comprendió el significado secreto que esta frase contenía; pero bien lo descubrió claramente Inocencio III argumentando cuál era el designio del misericordioso Dios a través de una visión milagrosa en la cual se presentó Francisco en acto de sostener con sus hombros el templo cadente del Laterano.
Pero especialmente a nuestros días, estudiados más a fondo por parte de los eruditos los argumentos franciscanos y multiplicadas en gran número las obras de prensa en varios idiomas, y despertado el ingenio de los competentes para realizar trabajos y obras artísticas de gran calidad, la admiración hacia san Francisco se hizo desmedida entre los contemporáneos, aunque no siempre bien comprendida. Así otros admiraron en él la índole naturalmente llevada a manifestar poéticamente los sentimientos del alma, y el "Cántico" famoso se convirtió en la delicia de la erudita posteridad, la cual reconoce en ella un antiguo ensayo del vulgar naciente. Otros quedaron hechizados por su gusto por la naturaleza, en donde él parece compenetrado no sólo por el atractivo de la naturaleza inanimada, del fulgor de los astros, de la amenidad de los montes y los valles umbrosos, sino, como Adán en el edén antes de la caída, conversa con los mismos animales, casi unido a ellos con cierta hermandad, y haciéndolos obedientes a sus signos. Otros exaltan de él el amor por la patria, porque a él se debe nuestra Italia, que se jacta del feliz honor de haber nacido en ella, una fuente de beneficios más copiosa que cualquier otro país. En fin otros lo celebran por esa singular comunidad de amor suya, que une a todos los hombres.
Todo eso es verdad, pero es lo de menos, y se debe entender en el recto significado: ya que quién se queda en eso como en lo más importante, o quisiera sacar de ello el significado para justificar su propia pusilanimidad, para justificar falsas opiniones propias, para sustentar algún prejuicio propio, seguramente estropearía la auténtica imagen de Francisco. En efecto, de aquella universalidad de virtudes heroicas que hemos señalado brevemente, de aquella austeridad de vida y predicación de penitencia, de aquella múltiple y dura acción para el saneamiento de la sociedad, resalta en plenitud la figura de Francisco, propuesta no tanto para la admiración, cuánto para la imitación del pueblo cristiano. Siendo Heraldo del Gran Rey, él dirigió sus miras a que los hombres se conformaran a la santidad evangélica y al amor a la Cruz, y no solo a que se convirtieran en enternecidos amantes de las flores, los pájaros, los corderos, los peces o las liebres.
Que si él parece transportado hacia las criaturas por una cierta ternura de cariño [...] no es otra la causa que su misma caridad hacia Dios lo que le mueve a amar a dichas criaturas [....] Además, ¿qué prohíbe a los italianos de engreirsese del Italiano, que en la misma liturgia es llamado "luz de la Patria”? ¿Qué les impide a los partidarios del pueblo de predicar la que fue la caridad de Francisco hacia todos los hombres, especialmente hacia los pobres? Pero algunos estén atentos por el exagerado amor hacia la propia nación, de jactarse casi como signo y estandarte de este encendido amor nacional, el "campeón católico"; los otros se guarden de aceptarlo como un precursor y patrón de errores, de los cuales él estuvo lejano, como ningún otro. Por otra parte todos aquéllos que, no sin algún afecto de piedad, toman gusto a estas alabanzas menores de Francisco de Asís, y se dedican realmente con fervor a promover las fiestas centenarias, quiera el cielo que, como son dignos de nuestros encomios, así de la misma fausta solemnidad traigan un fuerte estímulo para examinar más agudamente la auténtica imagen de este grande imitador de Cristo, y a aspirar a los mejores carismas".
Tal preocupación de reafirmar la especificidad cristiana de las vicisitudes de San Francisco está casi ausente en los pontificados sucesivos, compenetrados por otras problemáticas: Pío XII exaltará san Francisco junto a Santa Catalina como patrones de Italia; Juan XXIII irá a Asís para rezar por el éxito del Vaticano II; Pablo VI exhortará nuevamente a los franciscanos a no olvidar la radicalidad de la propia regla en la actualización conciliar; Juan Pablo II en sus primeros años retomará la figura del Santo de Asís como modelo de obediencia a la Iglesia, mientras que el 27 de octubre de 1986 - día de la histórica jornada interreligiosa de oración por la paz - unirá Asís y Francisco al tema de la paz.
Ahora Benedicto XVI parece retomar la diligencia de Pío XI por una justa hermenéutica si no se quiere menospreciar el sentido del mensaje franciscano que ha tenido mucha importancia en la historia de la Iglesia. Hay que considerar que ya desde hace tiempo las voces que advierten del peligro de vaciar de significado la figura de Francisco de Asís han empezado a hacerse sentir. Hace algunos meses un analista, afirmó que algunos «veneran y difunden ilegítimamente un santo romántico y de derivación protestante, esto es, un San Francisco mítico, un tonto del pueblo que habla con lobos y pajaritos y que da palmaditas en las espaldas de todos. Una Vulgata falsa, que menosprecia su mensaje». Su juicio lapidario, dicho en tono periodístico, parece excesivo, pero hace falta tomar acto que ello encuentra una fuerte confirmación en estudios científicos -como los de Sandra Migliore- que han tratado de estudiar los diversos modos como ha sido presentado San Francisco en los siglos XIX y XX. De tales profundizaciones emerge el papel decisivo que ha tenido en los estudios franciscanos Paul Sabatier, pero también la fuerte acentuación de una lectura en cierto sentido romántica y protestante de las vicisitudes del Santo de Asís.
Sin embargo hay que tener presente que entre Pio XI y Benedicto XVI ha estado el Concilio Vaticano II, que incluso leído en una hermenéutica de continuidad y no de ruptura, ha llevado a acontecimientos anteriormente impensables, como son los encuentros interreligiosos realizados por voluntad de Juan Pablo II en la tierra de San Francisco y que han promovido "el espíritu de Asís", es decir, esa modalidad de encuentros interreligiosos e interculturales marcados por el diálogo. Habría que decir que tales encuentros han tenido diversas lecturas: desde quién los ha interpretado en una hermenéutica de ruptura - sea exaltándolos viendo en ello el camino hacia una paz basada en el sincretismo, sea demonizándolos como apostasía de la fe - a quien ha sabido dar una interpretación en línea con la tradición de la Iglesia, como en el caso de Hans Urs von Balthasar y del mismo Cardenal Joseph Ratzinger. Lamentablemente hay que decir que con frecuencia es la primera lectura errónea la que ha sido difundida por los medios de comunicación.
Ahora Benedicto XVI va a Asís, no para un encuentro interreligioso, como lo hizo desde 1986 por tres veces Juan Pablo II, sino con ocasión del octavo centenario de la conversión de san Francisco a Jesús. Esta diferencia con su Predecesor no es irrelevante, sin embargo en Asís se encuentran justamente conversión y diálogo, pertenencia a la Iglesia católica romana y ecuménica, identidad cristiana y dialogo interreligioso. Todo esto, sin duda no pasa inadvertido al Papa, gran conocedor del franciscanismo habiendo hecho su tesis doctoral para la capacitación a la enseñanza - en febrero de 1957, hace exactamente cincuenta años - sobre la teología de la historia de Buenaventura de Bagnoregio, uno de los principales biógrafos de san Francisco, pero también convencido - como evidencia Yves Congar - que para comprender el ministerio petrino es necesario volver a san a Francisco.
Precisamente esta dialéctica entre anuncio misionero y diálogo, cuya solución es determinante para el actual momento histórico y eclesial y cuyas consecuencias serán, en cierto sentido, decisivas para el futuro, hacen que el viaje de Benedicto XVI en Asís sea importante no solo para entender su magisterio, sino también para entender lo el Espíritu dice hoy a la Iglesia." P. Pietro Misa, OFM, Rector de la Escuela Superior de Estudios Medievales y Franciscanos de la Pontificia Universidad Antonianum de Roma.(Agencia Fides 15/6/2007; Líneas: 223 Palabras: 3675)


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