VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA de don Nicola Bux y don Salvador Vitiello - El "Mundo misionero" a 50 años de la Encíclica Fidei donum de Pío XII

jueves, 14 junio 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Si se pone a Dios de un lado “en nombre de cosas más importantes" como son las grandes cuestiones sociales, "fracasarán precisamente esas presuntas cosas más importantes. Nos lo demuestra no sólo el resultado negativo de la experiencia marxista", sino también "las ayudas del occidente a los países en vías de desarrollo, basadas en principios puramente técnico-materiales, que no sólo han dejado a Dios a un lado sino que también han alejado a los hombres de Él con el orgullo de su pedantería" ("Jesús de Nazaret", pág. 55-56). Esta reflexión de Benedicto XVI afecta muy de cerca al "mundo misionero": ¿no han afirmado algunos que primero se debe solucionar la pobreza y luego viene el anuncio del Evangelio? Sin embargo Jesús, asegurándonos que los pobres siempre los tendremos con nosotros, pidió hablar directamente de Él, hacer que sea conocido y amado en todo el mundo y hacer discípulos a todas las naciones. Hacer que se crea en Jesús Hijo de Dios Padre, es decir hacer que llegue el don de la fe a las gentes que todavía no lo han recibido, es la "labor” misionera por definición. Por ello, la Iglesia es sacramento de salvación. De otro modo, la misión sería de otro modo un voluntariado humanitario movido por la generosidad humana y no por la caridad divina.
Esta conciencia misionera de la Iglesia nacida en Pentecostés, fue lanzada de nuevo en 1957 por el Papa Pío XII con la Encíclica "Fidei donum". Citada varias veces en el Decreto "Ad Gentes" del Concilio Vaticano II junto a la otra encíclica misionera del mismo pontífice, la "Evangelii Praecones" (1951), da a entender como la Iglesia antes del Concilio está en continuidad con la de después del Concilio. También porque, en el discurso de apertura del mismo, el Beato Papa Juan XXIII dirá: "El gran problema, que se plantea al mundo, después de casi dos milenios, continua siendo el mismo. Cristo, siempre resplandeciente en el centro de la historia y de la vida; los hombres o están con Él y con su Iglesia y entonces gozan de la luz, de la bondad, del orden y de la paz; o bien están sin Él, o contra Él, y deliberadamente contra la Iglesia y se convierten entonces en motivo de confusión, causando problemas en las relaciones humanas y persistentes peligros de guerras fratricidas". Por tanto, el "mundo misionero" debe trabajar por la propagación de la fe en Cristo que es lo único que puede hacer al hombre realmente tal. El Evangelio es fuerza de Dios y no sólo comunicación verbal.
El siervo de Dios Pío XII ya desde la primera Encíclica de 1939 "Summi Pontificatus", invitó a los misioneros al "benévolo examen", al discernimiento de lo que hay de bueno en las culturas indígenas, y al mismo tiempo, a corregir los "errores religiosos". Él era consciente de los fallos debidos al hecho de que los misioneros, que entraron después de las empresas coloniales, fueran percibidos como sus instrumentos, pero, en 1944, en un discurso a los dirigentes de las Obras Misionales Pontificas explicó que el misionero no debe llevar en absoluto a la misión las formas culturales de los pueblos de Europa, sino instruir y formar a las naciones, a veces orgullosas de una cultura antigua, de modo que sean aptas para recibir la vida cristiana, la cual “puede darse con todas las culturas profanas". No es otra cosa que ese proceso que hoy va bajo el nombre de inculturación que de modo moderno delineó el Papa Pacelli.
Pío XII recordó luego que la naturaleza humana creada por Dios es en si buena pero esta herida por el pecado y sometida a la decadencia sin la ayuda de su gracia. Este aspecto doctrinal es fundamental, de otra manera se cae en la idea ilustrada del hombre totalmente bueno, y, por lo tanto, el anuncio del Evangelio sería algo inútil. Un pensamiento parecido se ha dado con frecuencia el mundo misionero, no sólo en el ad gentes sino también en el de las naciones evangelizadas; lo demuestra el hecho de que no pocos creen que deben comprometerse en campañas por la legalidad y en cuestiones sociales en lugar de hacer conocer los diez mandamientos, la ley de Dios sin la cual no surgirá algunas verdaderas legalidades. "Esta y no otra, es la finalidad de la Iglesia: - afirmó Benedicto XVI en la apertura de la V Conferencia del Episcopado Latino-americano y del Caribe - la salvación de las almas, una a una. De aquí, el mandato de evangelizar… Allí donde Dios y su voluntad no son conocidas, dónde no existe la fe en Jesucristo, y en su presencia en las celebraciones sacramentales, falta también lo esencial para la solución de los urgentes problemas sociales y políticos."
El impulso que Pío XII dio a la misión de la Iglesia reposaba sobre la misma conciencia de lo grande que es "el don de la fe" para curar y elevar al hombre, es decir hacerle encontrar a Cristo. Esto es lo que diferencia el misionero católico del voluntario social. El impulso de la Encíclica "Fidei donum" a las Iglesias locales, para permitir que los sacerdotes vayan a tierra de misión temporalmente, se apoya en la certeza de que el anuncio del Evangelio humaniza al hombre. (Agencia Fides 14/6/2007; Líneas: 60 Palabras: 913)


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