VATICANO - "La Iglesia, por su misma naturaleza, es misionera, y desde el día de Pentecostés el Espíritu Santo no deja de incitarla a echarse a los caminos del mundo, hasta los últimos confines de la tierra y hasta el final de los tiempos" recuerda Benedicto XVI recuerda en el Regina Cæli en la solemnidad de Pentecostés

lunes, 28 mayo 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En la "gran fiesta del Pentecostés", cincuenta días después de la Pascua, el Espíritu Santo descendió sobre la comunidad de los discípulos reunida con Maria, la Madre de Jesús, y con los doce Apóstoles. Celebrando este gran acontecimiento, el domingo 27 de mayo, el Santo Padre Benedicto XVI ha dedicado su discurso antes de la oración mariana, a describir "las notas esenciales y cualificantes de la Iglesia". "La Iglesia es una - ha explicado el Santo Padre -, como la comunidad de Pentecostés, que estaba unida en la oración con «un solo corazón y una sola alma» (Hechos 4,32). La Iglesia es santa, no por sus méritos, sino porque, animada por el Espíritu Santo, tiene fija la mirada en Cristo, para vivir conforme a Él y a su amor. La Iglesia es católica, porque el Evangelio está destinado a todos los pueblos y por este motivo, ya desde el inicio, el Espíritu Santo hace que hable todas las lenguas. La Iglesia es apostólica, porque, edificada en el cimiento de los apóstoles, custodia fielmente su enseñanza a través de la cadena interrumpida de la sucesión apostólica”.
A continuación el Papa ha subrayado su carácter misionero: "Además, la Iglesia, por su misma naturaleza, es misionera, y desde el día de Pentecostés el Espíritu Santo no deja de incitarla a echarse a los caminos del mundo, hasta los últimos confines de la tierra y hasta el final de los tiempos". En el libro de los Hechos de los Apóstoles se describe el paso del Evangelio de los Judíos a los paganos, de Jerusalén a Roma, ha recordado el Santo Padre. "Roma hace referencia al mundo de los paganos y, de este modo, a todos los pueblos que están fuera del antiguo pueblo de Dios. En efecto, los Hechos de los Apóstoles concluyen con la llegada del Evangelio a Roma. Se puede decir entonces que Roma es el nombre concreto del carácter católico y misionero, expresa la fidelidad a los orígenes, a la Iglesia de todos los tiempos, a una Iglesia que habla todos los idiomas y que sale al encuentro de todas las culturas". Por último, Benedicto XVI se ha encomendado a la intercesión de Maria Santísima, "para que el Espíritu Santo descienda en abundancia sobre la Iglesia de nuestro tiempo, llene los corazones de todos los fieles y encienda en ellos - en nosotros - el fuego de su amor". (S.L) (Agencia Fides 28/5/2007; Líneas: 30 Palabras: 461)


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