VATICANO - La tarea principal de la Iglesia es la de custodiar y alimentar la fe del Pueblo de Dios”. Discurso del Santo Padre en la sesión inaugural de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano

lunes, 14 mayo 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En la sesión inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Benedicto XVI tomó en consideración los “serios desafíos” que la Iglesia y la Fe deben afrontar en la actualidad. Recordando que, también desde un punto de vista histórico, “el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña” ya que “sólo la verdad unifica y su prueba es el amor. Por eso Cristo no es ajeno a cultura alguna ni a ninguna persona”.
El Papa descalifica algunos movimientos culturales declarando que “la utopía de volver a dar vida a las religiones precolombinas sería un retroceso” y más bien resaltó la exigencia de darle un “nuevo impulso a la evangelización”.
Después de poner en evidencia los límites de la globalización “señal de la [...] profunda aspiración a la unidad” pero que también supone “el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo” el Papa comentó el título de la conferencia: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida. -Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida-” (Jn 14,6).
Recordó también que la Iglesia “tiene la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del Pueblo de Dios” y saliendo al paso explícitamente de una aproximación que quiere anteponer a la evangelización la satisfacción de las presuntas necesidades básicas declaró: “Esta prioridad, ¿no podría ser acaso una fuga hacia el intimismo, hacia el individualismo religioso, un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del mundo, y una fuga de la realidad hacia un mundo espiritual?”.
Con verdadera visión profética recordó que “quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de ‘realidad’ y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas” ya que “sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano”.
Después de haber confirmado que a Dios sólo se le puede reconocer en el rostro humano de Jesucristo, el “Dios del rostro humano”, el Santo Padre describió la naturaleza de la Iglesia. El Papa afirmó que Dios “nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica”. En esta óptica es reinterpretada radicalmente la justa opción preferencial por los pobres “el encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica”.
Para que todo esto llegue a ser más explícitamente patrimonio de los fieles de América Latina es necesario un renovado esfuerzo por anunciar la palabra y por la catequesis, también a través de los nuevos medios de comunicación. En ese sentido el Santo Padre recordó que “la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana”.
Además de la Palabra y de la catequesis el Santo Padre puso en consideración la centralidad de la celebración eucarística para la vida de la Iglesia invitando a darle absoluta prioridad en los programas pastorales: “¡El encuentro con Cristo en la Eucaristía [...] transformará Latinoamérica y el Caribe para que, además de ser el Continente de la Esperanza, sea también el Continente del Amor!”.
El Papa afirmó también que las estructuras justas no nacen de una ideología sino del “consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal”, de hecho “una sociedad en la que Dios está ausente no encuentra el consenso necesario sobre los valores morales y la fuerza para vivir según la pauta de estos valores, aun contra los propios intereses”.
Insistió también con fuerza en que las tareas políticas no son competencia de la Iglesia y que si ésta se transformará en un sujeto político “perdería su independencia y su autoridad moral”. E invitó al mismo tiempo a los laicos católicos a llevar adelante iniciativas que ayuden a colmar las grandes lagunas de la sociedad latinoamericana, reconociendo que “los movimientos eclesiales tienen aquí un amplio campo para recordar a los laicos su responsabilidad y su misión de llevar la luz del Evangelio a la vida pública, cultural, económica y política”.
Otros tema que el Santo Padre puso a consideración de la Conferencia fue la familia, definida “patrimonio de la humanidad y escuela de fe, palestra de valores humanos y cívicos” pero que en la “actualidad sufre situaciones adversas provocadas por el secularismo y el relativismo ético, por los diversos flujos migratorios internos y externos, por la pobreza, por la inestabilidad social y por legislaciones civiles contrarias al matrimonio que, al favorecer los anticonceptivos y el aborto, amenazan el futuro de los pueblos”. Es también muy clara la invitación del Papa a superar definitivamente una mentalidad machista que ignora “la novedad del cristianismo que reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre”.
También hizo un llamado a la libertad de las madres que desean dedicarse a la educación de sus hijos y al respeto de los derechos de los hijos de tener un padre y una madre. La intervención del Papa se concluyó con una calurosa exhortación a los sacerdotes “primeros trabajadores de una autentica renovación de la vida cristiana del Pueblo de Dios” llamados a tener “una sólida estructura espiritual y a vivir toda su vida animados por la fe, la esperanza y la caridad”; a los religiosos cuya consagración calificó como “instrumento de santificación [...] y de redención para los hermanos”, y que están llamados al deber de la obediencia: “os invito a colaborar siempre con los Obispos y a trabajar junto a ellos, que son los responsables de la pastoral. Os exhorto también a la obediencia sincera a la autoridad de la Iglesia. No tengáis otro objetivo sino la santidad, como habéis aprendido de vuestros fundadores”; a los laicos que se “deben sentir corresponsables en la construcción de una sociedad según los criterios del Evangelio”; y a los jóvenes los cuales “no temen el sacrificio sino una vida sin sentido” y que se “deben comprometer también con una auténtica renovación del mundo a la luz del Evangelio. Aún más, se deben oponer a la fácil ilusión de la felicidad inmediata y a los falsos paraísos de la droga, del placer y del alcohol así como de toda forma de violencia”.
Para concluir el Santo Padre elevó una oración: “Quédate con nosotros, Señor, acompáñanos aunque no siempre hayamos sabido reconocerte. [...] Quédate con nosotros, Señor, cuando en torno a nuestra fe católica surgen las nieblas de la duda. [...] Quédate en nuestras familias, cuando en torno a ellas se acumulan sombras que amenazan su unidad y su naturaleza. [...] Quédate, Señor, con aquéllos que en nuestras sociedades son más vulnerables” (S.V.) (Agencia Fides 14/5/2007)


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