VATICANO - Congreso internacional en el 50º de la Encíclica “Fidei Donum” - “La falta en las Iglesias jóvenes de estructuras para la formación, el envío y el mantenimiento de los propios Fidei Donum”

sábado, 12 mayo 2007

Roma (Agencia Fides) - El Presidente de las Obras Misionales Pontificias, el Arzobispo Henryk Hoser, intervino en la última jornada de trabajo del Congreso, el viernes 11 de mayo, concentrándose sobre la falta en las Iglesias jóvenes de estructuras para la formación, el envío y el mantenimiento de los propios Fidei Donum , formulando asimismo algunas propuestas al respecto. En primer lugar Mons. Hoser subrayó en su relación la dinámica de la Encíclica “Fidei Donum” que se realiza “entre dos polos, dos puntos de orientación y de motivación”: el primero polo es la fe (“la evangelización sin la fe no existe”), el segundo es el estado del mundo (en el Evangelio encontramos frecuentemente la mirada compasiva del Señor hacia las situaciones concretas de la gente). “El texto de la Encíclica ofrece esta doble mirada: la motivación que proviene de la reflexión teológica y la que deriva del conocimiento contextual del tiempo y del ámbito de compromiso misionero; en otras palabras, de su lectura de la situación ofrecida, encontrada y confiada, por la Providencia Divina”.
Luego el Presidente de las OMP ofreció algunas sugerencias sobre la formación a la misión, también en las Iglesias de formación reciente. Una preparación “indirecta” prevé acciones pastorales y formativas permanentes a nivel de la pastoral parroquial ordinaria y a nivel de las instituciones dedicadas a la formación (la Pontificia Unión Misionera puede ofrecer su apoyo a través de la programación de recorridos catequísticos y didácticos; los elementos de la misionología pueden ser divulgados en los seminarios, noviciados, escuelas…). La preparación “directa” comprende en cambio cinco elementos: discernimiento vocacional y misionero de los candidatos; preparación lingüística; preparación específica sobre el país que los acogerá (historia, geografía, problemas); problemas de orden práctico (vacunaciones, implementos necesarios para la misión…); preparación y firma del contrato con el Obispo que acoge, anticipada por una visita de los superiores o responsables del misionario, en las diócesis de los territorios de misión.
“El misionero enviado por la propia comunidad eclesial debe saber y sentir que el vínculo con ella permanece siempre”, subrayó Mons. Hoser, indicando tres modos de sostén: la oración de la parroquia, de la comunidad religiosa, de la diócesis; el apoyo logístico y material (colecta, intercambio de correspondencia, envío del material y de los implementos necesarios…); el intercambio de informaciones sobre los proyectos y sobre la vida cotidiana del misionero y sobre la animación realizada a su favor.
“Desde hace algunos años somos testigos de la rápida maduración de las jóvenes Iglesias - subrayó el Presidente de las OPM -. Esta madurez se manifiesta en el número creciente de misioneros Sur-Sur, es decir entre las Iglesias del Tercer Mundo. Una nueva corriente de misionarios - sacerdotes, religiosos y laicos - circula entre Asia, Oceanía, África y América del Sur. No se conocen las estadísticas exactas, pero dicha corriente ya es estable y es cada vez más importante. Pero se nota asimismo otro movimiento: numerosos sacerdotes, consagrados y laicos abandonan sus países para dirigirse y establecerse en los países del Norte del planeta, en Europa y América del Norte”. Este último movimiento escapa con frecuencia a reglas y controles, aunque parte de los sacerdotes son enviados regularmente a trabajar entre los propios compatriotas emigrados, o a ayudar a las Iglesias más ancianas que sufren una falta vocacional. Mons. Hoser subrayó la importancia del conocimiento del idioma, que “parece ser más necesaria en Europa o en América del Norte respecto a los países post-coloniales”, así como el buen conocimiento de la historia de la evangelización del país y de la historia reciente. Indicó después algunos elementos que deberían estar a la base del contrato que se estipula entre la Iglesia de envío y la de acogida del misionario Fidei Donum: identificación de las partes, identificación del misionero, objeto del contrato, preparación a la misión, obligaciones financieras, regulación de las situaciones conflictivas, períodos de vacaciones, disolución del contrato, duración del contrato.
Sobre los misioneros laicos, “cada vez más numerosos en el mundo entero”, Mons. HOser evidenció que “su estabilidad es mucho más frágil respecto a la de los sacerdotes y religiosos o religiosas”, además les falta experiencia y su preparación teológica y misionológica frecuentemente es insuficiente. En estos casos el contrato escrito es aún más necesario, ya que los laicos están menos vinculados por las disposiciones del Derecho canónico. En particular “los laicos pueden ser profesores en las escuelas y en los seminarios, especialistas en agricultura, construcciones, mecánica, tipografía y en tantos otros campos útiles en los países en vías de desarrollo. Es importante que ofrezcan recorridos formativos a la gente local y preparen su sucesión”.
Después de haber ilustrado los elementos “que conforman” a un misionario, a la luz del Magisterio Conciliar, Mons. Hoser subrayó cómo ha cambiado en modo profundo “el modelo” del misionero, preponderante desde el siglo XVI hasta la mitad del siglo XX, que llegando “encontraba a los representantes de la administración europea, con frecuencia de su país de origen. Ciertamente proclamaba el Evangelio, se ocupaba de la formación y del desarrollo de los pobres y de los necesitados, fundaba parroquias, escuelas, hospitales. Pero paralelamente tenía la conciencia de ser un exportador de la civilización o de la cultura que consideraba superior. Tenía a su disposición los medios materiales provenientes de su país de origen o suministradas por la administración colonial”. Hoy en cambio “el intercambio de los misionarios entre las jóvenes Iglesias en los territorios que dependen de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos ofrece una figura bastante diferente. El misionero no tiene el apoyo logístico que existía en el pasado. Su país es relativamente pobre, la Iglesia que lo envía en misión, generosa en dones personales, permanece forzosamente limitada en el apoyo material. El misionero llega sobre todo con la riqueza de la propia creatividad, iniciativa y habilidad”. Por estos motivos el Presidente de las OPM concluyó su intervención destacando la importancia de que el misionero de hoy se preocupe por organizarse (apoyándose en organismos internacionales de ayuda a la misión, desarrollando proyectos de autosuficiencia, integrándose en las estructuras eclesiales locales) y que se preocupe en modo particular por su preparación en vistas a un progreso en el sendero de la inculturación. (S.L.) (Agencia Fides 12/5/2007; líneas 73, palabras 1031)


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