VATICANO - Camino de oración para la Cuaresma - El Acto de Dolor (XII)

viernes, 30 marzo 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Confesión - “Mirarán a Aquel que traspasaron” (Zacarías 12, 10; cf Juan 19, 27b). Algunos se maravillan, en buena fe, que sea tan fácil confesarse… es verdad… pero es tan fácil pecar… ¡Y Dios quiere tanto nuestra salvación! Y es por esto que Él se encarnó, sufrió la Pasión, murió, fue sepultado y resucitó de los muertos. Es por esto que ha puesto a nuestra disposición, con un Sacramento maravilloso, los tesoros de Su Misericordia Infinita.
«Beati quorum remissae sunt iniquitates et quorum tecta sunt peccata» declara el Salmo 32 (versículo 1): «Dichoso ¿??». Dichoso el hijo pródigo que encuentra de nuevo a su padre, su dignidad, la vida. ¡Qué alegría para Pedro poder reparar su triple negación con una triple profesión de amor hacia Jesús!
Juan y Andrés, dos discípulos de Juan Bautista siguen a Jesús cuando escuchan a su Maestro exclamar, designando a Jesús que pasa: «Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29b), y se hacen sus discípulos, los que lo harán presente, en su Mensaje, en su Sacrificio, en sus Sacramentos, en su Misericordia infinita hacia los pecadores.
El Papa Benedicto XVI se dirige a nosotros, para dar una orientación a nuestra vida cristiana, en una Cuaresma de conversión, en su “Mensaje para la Cuaresma 2007” intitulado “Mirarán a Aquel que traspasaron”.
«¡Miremos a Cristo traspasado en la Cruz! Él es la revelación más impresionante del amor de Dios… En la Cruz Dios mismo mendiga el amor de su criatura: Él tiene sed del amor de cada uno de nosotros. El apóstol Tomás reconoció a Jesús como “Señor y Dios” cuando puso la mano en la herida de su costado. No es de extrañar que, entre los santos, muchos hayan encontrado en el Corazón de Jesús la expresión más conmovedora de este misterio de amor. Se podría incluso decir que la revelación del eros de Dios hacia el hombre es, en realidad, la expresión suprema de su agapé. En verdad, sólo el amor en el que se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros. Jesús dijo: “Yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por Él. Aceptar su amor, sin embargo, no es suficiente. Hay que corresponder a ese amor y luego comprometerse a comunicarlo a los demás: Cristo “me atrae hacia sí” para unirse a mí, para que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor».
Respondamos a este Amor acercándonos con amor y reconocimiento al Sacramento de la Reconciliación, al Sacramento de la Penitencia, de la Confesión, durante esta Cuaresma y más seguido, sobre todo si perdemos el estado de gracia por causa del pecado mortal. Jesús nos espera, trabaja ya por nuestro regreso, sin que nosotros lo sepamos. No permitamos que su Sacrificio de Amor sea en vano por motivo de corazones ya endurecidos…
Y cuando hayamos escuchado estas palabras divinas: «Y yo perdono tus pecados, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», con el corazón ligero y reconocido, tomemos la firme decisión de poner todo lo que esté te nuestra parte, con la gracia de Dios, para no ofenderlo nunca más, y, para hacer esto, hacer penitencia. (Final - Las reflexiones sobre los Actos de Caridad, de Fe y de Esperanza serán publicados después de la Pascua) (J.M.) (Agencia Fides 30/3/2007, líneas 41, palabras 607)


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