VATICANO - En visita pastoral a la Parroquia de Santa Felicidad e Hijos mártires el Papa dice: “que en el camino cuaresmal... nos acompañe la certeza de que Dios no nos abandona nunca y que su amor es fuente de gozo y de paz; es fuerza que nos impulsa potentemente en el camino de la santidad, y de ser necesario hasta el martirio”

lunes, 26 marzo 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En el V Domingo de Cuaresma, 25 de marzo, el Santo Padre Benedicto XVI realizó una visita pastoral a la Parroquia de Santa Felicidad e Hijos mártires en la zona de Fidene, en el sector Norte de la Diócesis de Roma. En la homilía el Papa ha destacado que “la misión de toda comunidad parroquial, llamada a anunciar el Evangelio y ser lugar de acogida y escucha, de formación y compartir fraterno, de dialogo y perdón”. Realizar esta labor no es fácil, y citando la palabra de Dios proclamada en la Santa Misa, Benedicto XVI ha recordado que “nuestro peregrinar terreno está marcado de dificultades y de pruebas, como el camino del pueblo electo en el desierto antes de alcanzar la tierra prometida. Pero la intervención divina puede hacerlo fácil”. En efecto, el Señor ha concedido a cada comunidad cristiana “de abundantes provisiones espirituales para atravesar el desierto de este mundo y transformarlo en un fértil jardín. Estas provisiones son la escucha dócil de su Palabra, los Sacramentos y todo recurso espiritual de la liturgia y de la oración personal. En definitiva, la verdadera provisión es su amor. El amor que impulsó a Jesús a inmolarse por nosotros, nos transforma y nos hace a su vez capaces de seguirlo fielmente”.
Reflexionando sobre el pasaje evangélico que narra el episodio de la mujer adúltera, el Papa puso en evidencia algunas indicaciones concretas: “Jesús no establece con sus interlocutores una discusión teórica: no le interesa vencer una discusión sobre la interpretación de la ley mosaica, pero su objetivo es salvar un alma y revelar que la salvación se encuentra solamente en el amor de Dios. Por esto ha venido a la tierra, por esto morirá en la cruz y el Padre lo resucitará el tercer día. Ha venido Jesús para decirnos que nos quiere a todos en el Paraíso y que el infierno, del cual de habla poco en nuestros días, existe y es eterno para cuantos cierran el corazón a su amor. En este episodio también comprendemos que nuestro verdadero enemigo es el apego al pecado, que puede conducirnos al fracaso de nuestra existencia. Jesús despide a la mujer adúltera con este llamado: “Ve y de ahora en adelante no peques más”. Le concede el perdón para que “de ahora en adelante” no peque más. En un episodio análogo, el de la pecadora arrepentida que encontramos en el Evangelio de Lucas, Él acoge y envía en paz a una mujer que se ha arrepentido. Aquí la adúltera recibe el perdón en modo incondicionado. En ambos casos -el de la pecadora arrepentida y el de la adúltera- el mensaje es único. En un caso se destaca que no hay perdón sin arrepentimiento; aquí se pone en evidencia que solo el perdón divino y su amor recibido con corazón abierto y sincero nos dan la fuerza de resistir al mal y de “no pecar más”. La actitud de Jesús se convierte de esta manera en un modelo a seguir por toda comunidad, llamada a hacer del amor y del perdón el corazón pulsante de la vida”.
Finalmente el Santo Padre concluyó su homilía con este deseo: “que en el camino cuaresmal que estamos recorriendo y que se dirige rápidamente a su fin, nos acompañe la certeza que Dios no nos abandona nunca y que su amor es fuente de gozo y de paz; es fuerza que nos impulsa potentemente en el camino de la santidad, y de ser necesario hasta el martirio. Así sucedió con los hijos y para la valiente madre Felicidad, patrones de vuestra Parroquia… el ejemplo y la intercesión de estos santos sean para vosotros un constante aliento a seguir el sendero del Evangelio sin titubeos”.
(S.L.) (Agencia Fides 26/3/2007,)


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