VATICANO - AVE MARIA de don Luciano Alimandi - Inmerso en el silencio de Dios

miércoles, 21 marzo 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. (Mt 1, 20-21).
Estas palabras del Evangelio de Mateo, conocidas como "la anunciación de José", son la intervención del Cielo para hacer comprenderle a José el proyecto maravilloso que, desde siempre, Dios ha tenido con la promesa a su esposa, Maria de Nazaret, esto es que "lo concebido en Ella es obra del Espíritu Santo". En cuanto el "justo" percibe las palabras del ángel no tiene ninguna duda: él cree con todo su corazón, lanzándose a una aventura que lo llevaría lejos, hasta llegar a ser en el Patrono de la Iglesia universal.
Es impresionante la fe de José: confía a ciegas en Dios, en su acción omnipotente, no pide ningún signo y no tiene ninguna objeción que hacer. Éste será el estilo que lo caracterizará en el curso de una aventura, que lo verá Esposo de la Madre del Redentor y Padre virginal del Hijo de Dios. Todos debemos imitarlo, porque sólo de este modo encontraremos la fe pura, libre de todo peso. José usa el intelecto, pero primero se deja iluminar por la Palabra de Verdad y somete su pensamiento a las exigencias de esta Palabra.
Maria en esto, modelo y ayuda, Ella, que fue la primera en fiarse a ciegas en Dios, precede a su esposo en el camino del abandono total; ciertamente, también la Virgen siente como José toda la "fatiga" de creer, pero anima al esposo con su sonrisa llena de amor ante el gran silencio de Dios, que acompaña con frecuencia los acontecimientos de la vida de comunión con Él. José no tiene miedo de este silencio, porque ha aprendido, de Maria, que el Silencio de Dios no es ausencia de Él, sino signo de su Misterio infinito.
Cuando algo es demasiado grande y demasiado bonito, también nosotros decimos que no hay palabras para describirlo; dejamos que sea el silencio el que exprese el estupor, mucho mejor de lo que podrían hacerlo las palabras. José se ha convertido en maestro del silencio, porque supo vivir en plenitud la escucha de la Verdad. Si una persona no sabe hacer silencio dentro de si y a su alrededor, no será nunca capaz de encontrar a Dios.
Viene a la mente ese paso maravilloso el profeta Elias que es llamado a encontrar al Señor: "He aquí, que el Señor pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el temblor. Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave”. (1Re 19, 11-12). El Señor estaba en ese viento ligero, pero para percibirlo hacia falta silencio interior. ¡ Dios ama pasearse “en presencia de esta brisa"!(cfr. Gen 3, 8)
Uno de los mayores obstáculos en el camino de la oración es precisamente el ruido interior y exterior, pero sobre todo el interior que impide gustar la presencia de Dios. Cuántos maravillosos "silencios" han llenado la existencia de la santa Familia de Nazaret, que han dado espacio a palabras indecibles, como cuando la oración se hace tan intensa se "pierde" en la adoración silenciosa.
Precisamente en este tiempo de Cuaresma, debemos volver de nuevo al silencio, practicar el ayuno de palabras superfluas y banales, que harán además aquellas significativas más sobrias y sencillas. Que San José pueda ayudarnos a vivir una vida de oración más profunda; unámonos, por tanto, a la invocación del Santo Padre: "Invoco especialmente a este gran Santo para que creyendo, celebrando y viviendo con fe el Misterio eucarístico, el Pueblo de Dios sea invadido del amor de Cristo y difunda sus frutos de alegría y paz a toda la humanidad". (Benedicto XVI, Ángelus del 18 de marzo de 2007) (Agencia Fides 21/3/2007; Líneas: 46 Palabras: 702)


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