VATICANO - El Papa Benedicto XVI inicia un nuevo ciclo de catequesis dedicadas a los Padres Apostólicos: en la carta a los Corintios de San Clemente un actual examen sobre la identidad y la misión de la Iglesia

jueves, 8 marzo 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - También esta semana la audiencia general del miércoles 7 de marzo se ha desarrollado en dos momentos: el Santo Padre Benedicto XVI se ha reunido primero en la Basílica Vaticana con los Obispos de la Conferencia Episcopal de Piamonte, con ocasión de la Visita "ad Limina Apostolorum", con los fieles de las diócesis piamontesas y grupos de estudiantes y jóvenes italianos. A continuación, en el aula Pablo VI, el Papa ha saludado a los peregrinos y fieles procedentes de Italia y de todo el mundo. "La fe cristiana se enfrenta, también en Piamonte y el Valle de Aosta con muchos desafíos debidos, en el actual contexto socio-cultural, a las tendencias agnósticas presentes en el campo doctrinal, como también a las pretensiones de plena autonomía ética y moral. No es ciertamente fácil anunciar y testimoniar el Evangelio hoy" ha dicho Benedicto XVI en la Basílica Vaticana. Sin embargo el Papa ha subrayado que "permanece en el pueblo un sólido sustrato espiritual… se advierte, además, por parte de fieles laicos y de grupos comprometidos apostólicamente, una mayor exigencia de tensión a la santidad, medida alta de la vida cristiana". A continuación ha exhortado a los Obispos a ayudar a las comunidades eclesiales "a seguir fielmente al Señor, valorizando sus potencialidades espirituales y los carismas de cada uno". A los jóvenes estudiantes el Papa les ha deseado que la Cuaresma sea "ocasión propicia para redescubrir el don del seguimiento de Cristo y aprender a adherirse siempre, con su ayuda, a la voluntad del Padre".
En el aula Pablo VI, el Santo Padre ha iniciado con San Clemente un nuevo ciclo de catequesis dedicadas a los Padres apostólicos, es decir a la primera y segunda generación en la Iglesia después de los Apóstoles. "San Clemente, obispo de Roma en los últimos años del siglo I, es el tercer sucesor de Pedro, después de Lino y Anacleto- ha recordado Benedicto XVI -. El testimonio más importante sobre su vida es el de san Ireneo, obispo de Lyón hasta el año 202. Él atestigua que Clemente “había visto a los apóstoles”, “se había encontrado con ellos” y “todavía resonaba en sus tímpanos su predicación, y tenía ante los ojos su tradición”. Testimonios tardíos, entre los siglos IV y VI, atribuyen a Clemente el título de mártir.
Su única obra segura es la "Carta a los Corintios”, escrita a la Iglesia de Corinto en nombre de la Iglesia de Roma, después de la muerte del emperador Domiciano y al final de su persecución, por tanto, inmediatamente después del 96. Esta carta afronta numerosos temas de perenne actualidad y representa, desde el siglo primero, "la prontitud de la Iglesia de Roma, que preside en la caridad a todas las otras Iglesias". "La intervención de Clemente - ha continuado Benedicto XVI - era solicitada por los graves problemas por los que atravesaba la Iglesia de Corinto: los presbíteros de la comunidad, de hecho, habían sido después por algunos jóvenes contestadores". Retomando temas queridos a San Pablo, que escribió dos cartas a los Corintios, Clemente subraya que el Señor nos dona "el perdón, nos da su amor, la gracia de ser cristianos, hermanos y hermanas suyos. Es un anuncio que llena de alegría nuestra vida y que da seguridad a nuestro actuar: el Señor nos previene siempre con su bondad y la bondad es siempre más grande que todos nuestros pecados. Es necesario, sin embargo, que nos comprometamos de manera coherente con el don recibido y que respondamos al anuncio de la salvación con un camino generoso y valiente de conversión".
El motivo de base de los abusos verificados en Corinto, observaba Clemente, “debe buscarse en la debilitación de la caridad y de otras virtudes cristianas indispensables. Por este motivo, invita a los fieles a la humildad y al amor fraterno, dos virtudes que forman parte verdaderamente del ser en la Iglesia”. Clemente ilustra aquí su ideal de Iglesia: "congregada en un único Espíritu de gracia infundido sobre nosotros», que sopla en los diversos miembros del Cuerpo de Cristo, en el que todos, unidos sin ninguna separación, son «miembros los unos de los otros" el Papa Benedicto XVI recuerda a este punto el concepto que "la neta distinción entre «laico» y la jerarquía no significa para nada una contraposición, sino sólo esta relación orgánica de un cuerpo, de un organismo, con las diferentes funciones. La Iglesia, de hecho, no es un lugar de confusión y de anarquía, donde cada uno puede hacer lo que quiere en todo momento: cada quien en este organismo, con una estructura articulada, ejerce su ministerio según su vocación recibida. Por lo que se refiere a los jefes de las comunidades, Clemente explicita claramente la doctrina de la sucesión apostólica”.
La Carta de Clemente concluye con la "gran oración" en que "alaba y da gracias a Dios por su maravillosa providencia de amor, que ha creado el mundo y que sigue salvándolo y santificándolo". El Santo Padre ha evidenciado después el particular relieve de la invocación para los gobernadores: "Al rezar por las autoridades, Clemente reconoce la legitimidad de las instituciones políticas en el orden establecido por Dios; al mismo tiempo, manifiesta la preocupación que las autoridades sean dóciles a Dios y “ejerzan el poder que Dios les ha dado con paz y mansedumbre y piedad” César no lo es todo. Emerge otra soberanía, cuyo origen y esencia no son de este mundo, sino “de lo alto”: es la de la Verdad que tiene el derecho ante el Estado de ser escuchada”. (S.L) (Agencia Fides 8/3/2007 - Línea: 60 Palabras: 922)


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