AMERICA/PERU - “Hace falta mucha evangelización, dar a conocer a Cristo y la belleza de la vida cristiana”, afirma el Obispo Prelado de Juli, a un año de su toma de posesión, en una de las zonas más pobres del Perú, habitada por aimaras y quechuas, conocida como “la Roma de Los Andes”

lunes, 5 marzo 2007

Juli (Agencia Fides) - La Prelatura Apostólica de Juli, situada en la zona meridional de Perú, tiene 510 mil habitantes, de los cuales el 95% son aimaras y el 5% restante quechua. Es considerada como la “Roma de Los Andes”, porque tiene 4 iglesias con la misma denominación que las 4 basílicas de Roma. En la Prelatura hay 6 congregaciones religiosas femeninas, 4 religiosos Maryknoll y 2 benedictinos. Hay también 5 sacerdotes diocesanos. El índice de habitantes por sacerdote es de 46.000. Los índices de pobreza de la región son de los más altos en el Perú, pero la pobreza no ha sido obstáculo para la piedad y el fervor religioso de sus habitantes. Desde hace casi un año (22 de abril del 2006) fue nombrado como Prelado de Juli Mons. José María Ortega Trinidad, quien en esta entrevista presenta la situación de la Prelatura y las prioridades pastorales.

Mons. Ortega, ¿cuáles son sus planes pastorales de la Prelatura de Juli?
La prioridad fundamental es difundir la fe y fomentar las vocaciones sacerdotales y religiosas. También seguir promocionando las instituciones sociales y de caridad que ayudan a los habitantes de nuestra prelatura a mejorar como personas y ciudadanos. La Iglesia está siempre atenta a las necesidades materiales de la gente. Como he dicho en mi toma de posesión y en las reuniones de pastoral, hay que seguir con ellas inyectándoles más vida de fe ,más vida cristiana, más oración. El Papa en la encíclica Deus Caritas Est ha reafirmado la importancia de la oración para que no nos quedemos reducidos a simple activismo. Nos dice también que la actividad caritativa cristiana ha de ser libre de condicionamientos políticos o ideológicos. Nos debemos a todos.
¿La comunidad aimara, el 95% de la población, necesita un tipo de atención pastoral particular?
Pienso que sí. En general según mi experiencia, son muy amables y acogedores. Lo importante es estar cerca de ellos, entender sus modos de ser, sus costumbres. El pueblo aimara es un pueblo callado, que requiere y espera mucho cariño, mucha atención, y es lo que procuro hacer. Luego ves los efectos: son gente que se acercan y manifiestan su afecto, su cariño al obispo y al sacerdote. También observo costumbres aimaras que pueden ser inculturadas, con un acercamiento y una atención particulares. La inculturación implica incorporar aquellas costumbres que reflejan los mejores y mas hermosos rasgos de las tradiciones, es decir las buenas formas de comportarse.
¿Cómo discernir qué costumbres en sintonía con la fe cristiana y aquellas que no lo están?
Hay cosas que evidentemente no se pueden aceptar porque no reflejan las actitudes propias de un seguidor de Cristo. Sin embargo hay muchos valores que poseen: son personas muy aguerridas, muy trabajadores, muy emprendedores. Esos son los valores que hacen falta en el país. Luego, cuando ellos aceptan la vida cristiana la viven para siempre, son consecuentes con su fe.
¿Usted ha tenido con anterioridad experiencia en la pastoral andina?
Sí. Gracias a Dios, a lo largo de mis 29 años de sacerdote en la prelatura de Yauyos. he tenido abundante experiencia de trato con la gente de Los Andes. Recuerdo especialmente los comienzos, porque soy como el puente entre los primeros sacerdotes que llegaron a la evangelización de la prelatura en el año 1957 y los que después se ordenaron. Yo fui el primer oriundo de la zona en ordenarse sacerdote. He encontrado en algunos pueblos de la prelatura de Yauyos personas que tenían la costumbre de acudir a los cerros y hacerles ofrendas. A base de hablar con ellos y explicarles la fe cristiana, se les fue ayudando a dejar esas costumbres. Eso requiere un tiempo, una catequesis, una cercanía. En ese sentido tengo bastante experiencia. Por eso cuando ahora recorro los pueblos de la prelatura de Juli me doy perfectamente cuenta que hace falta mucha evangelización, dar a conocer a Cristo y la belleza de la vida cristiana y hacerlo con perseverancia.
¿En sus viajes pastorales, ¿cómo ha encontrado la práctica cristiana del pueblo aimara?
Debemos mucho al extraordinario trabajo de evangelización, hecho primero por los padres dominicos y luego por los padres jesuitas. Gracias a Dios se ha sembrado la fe con mucha profundidad. Y a lo largo de los siglos, la gente conserva la piedad popular. He recorrido la mayoría de los pueblos de las cinco provincias de mi prelatura y me encuentro que la gente mantiene tiene una fe y una piedad muy viva. Muchas personas me piden un sacerdote para su pueblo. Me dicen: “necesitamos un sacerdote”. Hasta incluso en una parroquia que se encuentra a 4200 m.s.n.m., me decía una abuelita: “Monseñor, queremos un sacerdote al menos para que nos ayude a morir bien”. Es decir, la gente conserva la religiosidad y siente la necesidad de contar con sacerdotes. Siempre existe el riesgo de que se vaya perdiendo la costumbre de recibir sacramentos, si no se tiene una catequesis continua y permanente.
¿En qué otros temas va a reforzar la catequesis?
En la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Visitar al Señor en la Eucaristía y cuidar su casa y el sagrario donde nos espera. es conveniente distribuir la comunión teniendo en cuenta las condiciones requeridas para que el Señor se encuentre bien recibido en nuestras almas. Y para eso no hay mejor que recuperar la maravillosa práctica de la confesión, que tanto bien hace al alma y a la tranquilidad de la conciencia. En ese sentido querría impulsar la catequesis sobre la Eucaristía, la confesión y recuperar el sentido de la ofensa a Dios. (RG) (Agencia Fides 5/3/2007 Líneas: 71 Palabras: 979)


Compartir: