ÁFRICA/CONGO RD - “No a la discriminación de los seropositivos y de los enfermos de SIDA” afirman los Obispos congoleses en un documento sobre la difusión de la enfermedad

martes, 13 febrero 2007

Kinshasa (Agencia Fides)- “El SIDA es una enfermedad como todas las otras” y no es “una maldición divina”. Es lo que reafirman los Obispos de la República Democrática del Congo, en un documento publicado al final del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal congolesa (ver Fides del 12 de febrero de 2007) y enviado por la Agencia Fides.
Los Obispos han manifestado su preocupación por la “neta progresión del SIDA en nuestro país. No se trata solo de un problema estrictamente médico, porque la infección tiene consecuencias nefastas para la vida social de nuestra población”.
Entre las diversas causas de la difusión del SIDA en Congo, el documento pone el acento en las causas morales (“comportamientos vinculados a prácticas sexuales desordenadas e irresponsables, fruto de una ética minimalista y de un hedonismo licencioso, además de una creciente e intolerable permisividad en las relaciones prematrimoniales”) y la falta de cuidados para aquellos que han sido afectados por la enfermedad. Sobre esto, los Obispos señalan que incluso “reconociendo las inmensas esperanzas ofrecidas tanto por la obra de educación de masas cuanto por los antiretrovirales para mejorar la calidad de vida y aumentar la esperanza de vida de las personas afectadas, permanecen diversos problemas, entre los cuales la fuerte discriminación de las personas golpeadas por el virus HIV y por los enfermos de SIDA, las dificultades de integración de estas personas y la falta de disponibilidad de los antiretrovirales”.
También la indigencia en la que vive la mayor parte de la población congolesa, la desnutrición, las enfermedades endémicas (malaria, tuberculosis, cólera) favorecen la difusión del SIDA.
Ante esta situación, la Conferencia Episcopal afirma que el SIDA, como cualquier otra enfermedad, “en la medida en que forma parte del misterio del hombre y expresa nuestra comunión con los sufrimientos de Cristo, adquiere, para nosotros cristianos un significado nuevo, a través de la Cruz”. Los Obispos invitan por lo tanto a “vivir el SIDA teniendo los ojos fijos en la Cruz, con fe, compasión y caridad sincera hacia las víctimas del SIDA”. Por esto los cristianos están llamados a la “compasión hacia las personas sometidas a la prueba, a la identificación con ellos, asumiéndose sus sufrimientos, sus angustias y aflicciones”.
Frente a la ignorancia y a la superstición que circundan el SIDA, los Obispos afirman que la enfermedad no es “ni una maldición, ni un mal de ojo lanzado por un brujo o una presencia del maligno” y denuncian por igual “todos los discursos que tienden a considerar este flagelo como una enfermedad ficticia o imaginaria”.
En el documento se invita a la castidad y a la fidelidad conyugal, se reafirma la oposición al preservativo porque no está en la capacidad de garantizar una seguridad total, alimentando el egoísmo que favorece aquellos comportamientos que están a la base de la difusión del virus. La Iglesia, finalmente, reafirma la “voluntad de colaborar al plan estratégico del ONUSIDA (el programa de la ONU contra el SIDA), en el respeto por las enseñanzas de la Iglesia, para acompañar los esfuerzos del gobierno a través del programa nacional de lucha contra la enfermedad”. Entre los aportes que la comunidad cristiana quiere ofrecer se encuentran: la prevención a través de una obra capilar de educación a todos los niveles, a partir de las parroquias; la creación de centros de análisis a los cuales toda la población puede dirigirse para conocer la difusión de la enfermedad; una política de sustento alimenticio de los enfermos; la distribución gratuita de fármacos antiretrovirales; la intensificación de la lucha contra la discriminación de los enfermos. (L.M.) (Agencia Fides 13/2/2007)


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